miércoles, 21 de noviembre de 2018

Una sensación compartida

En el blog Surge, Propera (ya desaparecido)  publicaron en su momento la nota que en sus párrafos esenciales reproducimos al pie. El artículo pone en palabras las sensaciones que muchos tenemos respecto de la Liturgia actual. Por eso lo reproducimos aquí:

Misa Novus Ordo Ad Orientem en Detroit (2012)

«Cuando yo era chico -y no estoy hablando del siglo XIX- e iba a Misa a la parroquia, recuerdo con qué ansias esperaba la grandes fiestas de Navidad, Semana Santa y Pascua, Ascensión, Corpus. La Misa era cantada. Las campanas repicaban durante el Gloria. El padre Alberto usaba usaba el incienso a discreción, se prendían todos los cirios del altar y las luces de la araña grande que pendía desde el techo en el medio del templo. Aparecían la capa pluvial, el velo humeral, las casullas bordadas con líndisimos galones y aplicaciones con cruces monogramas, crismones, espigas y racimos... Don José de su librito de cantos sacaba las mejores galas y a pesar de su edad nos hacía cantar a todos. Ahí me daba el gusto de poder oir el texto del Canon Romano (yo ni siquiera sabía que se llamaba así). No eran las palabras de la Misa de lunes a viernes. Cuando llegaba a las palabras de la consagración "Tomó pan en sus santas y venerables manos... " recuerdo que me emocionaba, que me sentía realmente feliz. Sonaban las campanillas y el humo del incienso subía hasta el techo formando espirales humeantes y acres aromas que a mi me parecía estar entre las nubes...

Yo no sabía el porqué. De grande me enteré.

Resultado de imagen para misa solemne novus ordoCuando se tiene la triste suerte de ir a una Misa de las de ahora, donde el altar está tapizado de manualidades y cartelitos de los grupos de catequesis, de las paredes cuelgan globos, la homilía del sacerdote (para gente grande) parece dirigida a niños de 4 años que están preparándose para ser agnósticos, los cantos son lamentables "coplas" más propias de los borrachos del tablón (barra brava de Tigre) que de la tradición católica, de los versos de Venancio Fortunato, de Prudencio, de Rabano Mauro, o -más cerca nuestro- del Padre Costamagna, cuando ya no se escucha más el sonido del órgano, y los bombos, charangos y guitarras desafinadas nos agrietan los oídos, cuando ni las palabras ni los gestos siquiera insinúan algo sagrado ("separado", distinto de lo cotidiano, como quien para hablar se reviste de ropajes especiales o usa "vosotros" en lugar de ustedes) cuando el sacerdote está vestido con una de esas espantosas batas albicasullas sin el cíngulo y con la estola ahí suelta y se le ven las mangas de la camisa rayada a franjas rojas y el dobladillo desflecado del jean, cuando al consagrar mueven de acá para allá la Forma sin mirarla al decir las sagradas palabras (...), cuando las iglesias huelen a sahumerio comprado en la feria o a Glade fragancia primavera y no a incienso, cuando las campanillas están en el comedor del cura para llamar a la cocinera y las campanas ya no suenan porque nadie las toca, o han sido reemplazadas por un sistema eléctrico que imita el carrillón de noventa campanas de la catedral de Amberes pero que todos sabemos que es una máquina de hacer ruido y no "Quasimodo" tirando de una soga, cuando ya no hay procesiones por las calles, ni primeros viernes, ni desagravios al Corazón de Jesús que tanto nos ha amado, cuando ya nadie recuerda que era el mes de María, (...) cuando uno comienza considerar si para estar a disgusto y con estómago revuelto no sería mejor no ir a Misa... ahí uno se da cuenta de lo que nos robaron».

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