miércoles, 12 de septiembre de 2018

Misa de Difuntos: ¿por quién y para qué rezamos?

Hace unos días participé en una misa de difuntos; se trataba de una misa "de cuerpo presente", como suele decirse. El sacerdote celebró con ornamentos blancos, lo cual -de entrada- trajo a mi memoria las declaraciones de monseñor Doménico Bartolucci que hace algún tiempo releí en La Buhardilla de Jerónimo.

Al comienzo de la celebración, el sacerdote subrayó que no íbamos a rezar tanto por el difunto como por sus familiares y por nosotros en este momento de tristeza. Más tarde dijo que la familia del difunto contaba con un "nuevo santo", mucho más cercano (y se presume que por ello mejor intercesor) que otros santos que resultaban desconocidos (mencionó entre ellos a Santa Clara y a San Andrés); "lo mismo dije -añadió- cuando murió mi padre".

No es, por cierto, la primera vez que escucho -en funerales y responsos- afirmaciones parecidas. Pero confieso que ellas me generan algunas dudas que me animo a compartir en la Red con los eventuales lectores.

Ante todo: ¿Es verdad que en una misa "de difuntos" lo principal es rezar, no "por" el difunto, sino "al" difunto por sus familiares y amigos que quedan sumidos en el dolor?

Y si decimos que rezamos "por" el difunto, pero de él decimos que, sólo por haber muerto, ya es "santo", ya está en el cielo junto a Dios, ¿qué sentido tiene celebrar una misa por él?

¿No es esto oscurecer el sentido del pecado, que sólo Dios conoce y es capaz de perdonar en los designios de su misericordia?

Y si un muerto pasa a ser santo "automáticamente", ¿qué sentido tienen los largos procesos de canonización que establece la Iglesia?

¿No es verdad más bien lo contrario, a saber, que rezamos por el difunto precisamente para que Dios perdone sus pecados, sea que los conozcamos nosotros o no, precisamente por el hecho de que la conciencia individual es una tema de exclusiva competencia divina?





¿O acaso cualquier difunto es santo automáticamente por morir, sin importar sus obras?

Y si es cierto que los méritos de la Pasión de Cristo son infinitos, ¿autoriza esto a suponer que se aplican sin más en forma inmediata y automática?

¿No implica todo ello una negación del pecado y del Purgatorio, entiéndase como se entienda este misterio?

Se me podrá decir que tales afirmaciones de un presbítero en una misa de cuerpo presente sólo deben interpretarse como palabras de consuelo, sin pretensiones teológicas. Pero, ¿no se hace catequesis, sobre todo, en esas ocasiones en las que concurre al templo muchos cristianos que no frecuentan la misa ni los sacramentos?

No tengo respuestas definitivas a estos interrogantes, sólo inquietudes y dudas. Y una sola certeza: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en Mí vivirá eternamente".

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