Nos complace compartir hoy el texto de un artículo publicado en julio de 1944 en el número 7 de "Ortodoxia", revista de los Cursos de Cultura Católica. La nota, titulada "Sobre la poesía de Luis José de Tejeda", apareció en la sección Escolios de la mencionada publicación. Tenemos en nuestro poder dos revistas "físicas", es decir en papel (aunque no completas), correspondientes, una a la edición mencionada y la otra a la de julio de 1945. Iremos compartiendo otros artículos en próximas entradas.
La revista carecía de ilustraciones; nosotros hemos añadido aquí algunas fotos propias, cuyo detalla se señala en cada epígrafe.
Antes de compartir el artículo de referencia, recordemos que Luis de Tejeda, nacido en Córdoba el 25 de agosto de 1604 y fallecido en esa misma ciudad el 10 de septiembre de 1680, es considerado el primer poeta argentino. Su intensa y apasionante vida, no siempre edificante, dio un notable vuelco cuando, casi a los 60 años, decidió ingresar en el convento dominico de su ciudad natal, donde escribió toda su obra poética.
Lo honramos cuando están por cumplirse -el próximo domingo- 220 años de su nacimiento.
Placa en el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, de la ciudad de Córdoba (foto propia) |
Sobre la poesía de Luis José de Tejeda
(siglo XVII y en Córdoba)
Luis José de Tejeda y Guzmán, formado en una casa
de fortuna y virtudes cristianas, en un marco familiar de maravilla y señorío,
para quien los años pasan con gran caudal de expansiones de aventurero, busca
un día el libre escondite de las sierras y allí sube como a una aventura nueva
que le prepara una última y soberana sorpresa.
Aquel peregrino de Babilonia, como se llamó
(peregrino él mismo, Babilonia su ciudad: ¡oh misera ciudad, oh patria
mía!...), estaba ya en lo más alto del desengaño y de la amargura y,
entonces, en 1662, dejando los reinos del hombre carnal para conquistar el
Reino de Dios, deja de extraer definitivamente los engañosos oropeles de la vida
vana y de las palabras vanas de esta vida para encender la palabra de todos los
días en la oración de la Iglesia.
El Convento de Santo Domingo está al final de su
camino espinoso. En 1663 Luis José de Tejeda y Guzmán, el heroico, el noble, tomó
el sagrado hábito de religioso dominico de la Orden de Predicadores. En 1666, a
los sesenta y dos años de edad, hace su profesión de lego.
Oigámosle decir con fina emoción y agradecido a la
Virgen, a quien con tanta poesía llama la misteriosamente dibujada en todos
los siglos y también: esta pequeña niña, nube, y nave...; oigámosle decir:
Tú que presides no a las nueve musas
sino a los nueve coros
en sus
gloriosos cánticos canoros
de mis voces turbadas y confusas
pues siempre al Pecador el oído inclinas,
escucha el ronco acento
con que al trágico cuento
daré fin del segundo cautiverio,
de aquel confuso Babilonio imperio
en que las transitorias flores vanas
me dibujaron las primeras canas.
Con esas, pues, cristíferas espinas
que en esas sienes de tu amor divinas
tenazmente ha clavado mi pecado,
y está tu corazón hoy coronado,
te ruego que mejores
mi vida marchitando tantas flores,
y que al sublime fuego y tierno llanto
lleguen los ecos de mi humilde canto.
En el Convento lee y medita los libros de San
Bernardino de Siena, de San Alberto Magno, de San Pedro Damiano. Las obras de Santo
Tomás de Aquino y de San Juan Crisóstomo le iluminan la inteligencia; las
Homilías de San Bernardo o "El Camino de Perfección” de Santa Teresa o las
"Revelaciones" de Santa Brígida le hablan al oído atentísimamente.
Y escribe su prosa de meditaciones o de crónicas,
escribe su caudalosa obra poética, va llenando con palabras de amor y de
arrepentimiento páginas que permanecieron largamente calladas.
Placa en el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, de la ciudad de Córdoba (foto propia) |
Ya vive con intensidad su estado religioso, ya
conoce el sosiego fiel en la lucha espiritual, ya presiente lo verdaderamente
deleitoso: la paz del espíritu en la entrega a Cristo. Y en 1680, el 10 de
septiembre, este "Peregrino de Babilonia" termina su peregrinaje en
la tierra.
*
Pecado, Poesía, Religión. Aquella insistencia en el
pecado, en la desobediencia o transgresión voluntaria a la ley de Dios, aquella
vida de ofensa, de ingratitud e injusticia, permitió, por la misericordia divina,
la labor profunda de la oración en el claroscuro espiritual, una búsqueda de sí
mismo con un alejamiento y renuncia de los peligros y vanidades de la
sensualidad y de la riqueza: Tout ce qui arrive est adorable, ha
dicho León Bloy. Sabemos que cada uno de nuestros actos contiene un misterio:
si es acto bueno, el misterio de la gracia; si es acto malo, el del camino por
el cual Dios permite ese mal para obtener un bien superior. Y eso,
concretamente, con un alcance que nosotros no podemos medir pero que se nos
hace perceptible, ha ocurrido en la vida de Tejeda hasta expresarse en palabras
de belleza: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; la Fe, la Esperanza, y la
Caridad, fortalecieron, serenaron e iluminaron aquella alma aventurera que
decidió lanzarse, al final de su vida, a la suprema aventura de la propia
salvación.
Después de haber padecido intensamente la oposición
del Bien y el Mal, del espíritu contra la carne, del amor divino y el amor
humano, un día Tejeda descubrió el esplendor incomparable de la fe y el misterio
de la Redención. Entonces su mirada se dirigió para siempre a Dios y el paisaje
de su tierra cordobesa se trasmutó en un elemental conjunto de símbolos, sin atadura terrena.
Su "nostalgia de Dios"
se convirtió en un deseo de amar y servir a Dios. Y para servir a Dios, después
de haber decidido vivir en la estrecha celda sin confines, siente que su
vocación por las letras, ya manifestada en su vida civil, le acerca a la
poesía, a la poesía que, según ha dicho Fray Luis de León, no es sino
comunicación del aliento celestial y divino.
*
Sus primeros versos registrados
están dirigidos a la Inmaculada Concepción: entre las dos composiciones con el
mismo tema (escrita la primera antes de la declaración dogmática) el poeta
intercala una prosa de noticias en las que, entre referencias a la doctrina disputada,
no deja de tenerse en cuenta a sí mismo en la vida que comienza en esas
circunstancias, en medio del reconocimiento mariano: Con tan feliz estrella
entré en esta Sagrada Religión.
La genealogía de la Santísima
Virgen es desarrollada luego en liras rigurosas que titula El árbol de Judá
y por una breve prosa, La Casa de Nazareth, en la que alude a su propia
conversión. Se enlaza con el Romance sobre su vida, titulado también El
Peregrino de Babilonia: es la historia de su arrepentimiento, es un
análisis con enumeración de episodios y expresiones perfectamente lógicas. El
fervor se reviste de figuras literarias, pero con claridad: es una de las
partes de su obra en que se habla con lenguaje más directo, de lo cual puede colegirse
una intención ejemplificadora y no una simple actitud retórica.
La primera parte de su vida
puede ir señalándose a lo largo de esos 1332 versos escritos con maestría.
Los personajes con nombres
cambiados corresponden a la realidad de su vida, de la época más pecadora de su
vida:
Oh, que el sol se apresuró
por no ver maldad tamaña.
Oh, que la noche al pecado
convidó con negra capa.
Ese largo poema, en que cantó
sus desengaños y el peso de sus recuerdos, corresponde a lo que considera
"su primera cautividad en Babilonia", reservando su instrumento
-dice- para proseguir con las dos restantes soledades.
Allí, en ese término
"Soledades" está caracterizado (si no bastaran otros datos más
fehacientes y directos) el lado culterano al cual tiende, al barroco literario,
ya por temperamento poético, ya por su formación.
Sobre El Dulce Nombre de María,
Tejeda nos dejó una prosa con que fundamenta su hermoso poema El Fénix de
Amor.
El Dulce Nombre de María, como tantas otras prosas que
le siguieron, es una demostración de su saber en Teología y en Sagrada Escritura
y también de la existencia de un verdadero escritor que no merece el olvido.
Como es en él costumbre,
intercala episodios de su Córdoba natal o de otras tierras, para ilustrar algún
concepto; y lo hace con ingenuidad, amenidad y finura. Oigámosle contar este
episodio para incitar a la virtud:
"Los exemplos frescos y
recientes son más eficazes para incitar a la virtud, que los antiguos, cuias
repetidas noticias por grandes que sean, suelen entibiar la admiración: por
esso referiré el que se sigue de la devoción a las cinco Letras del nombre de
María. Tres leguas de Cordova por las faldas de sus cercanas cierras se
estienden las campiñas de Saldán, fértiles y amenas con dos arroyos cristalinos
que las riegan hasta hacerse tributarios del undoso río que de las cierras se
precipita a esta ciudad; este delicioso pago componen granjas y haziendas de
algunos dueños: y el de una dellas labró una devota capilla que dedicó a
nuestra Señora del Carmen; de quien él y su virtuosa muger eran debotíssimos,
cantavan en ella con sus hijos todas las noches la Salve y rezábanle el
Rosario, y las sinco Ave Marías a las sinco letras de su nombre. Llegó a sus
manos un offo. breve desta devosión, dispuesta en dulzes metros y
coplas castellanas. Dessearon mucho hallar un diestro músico que lo pusiese en
varios tonos, según los versos cortos, y largos de que constaba para que le
cantassen sus hijos en la Capilla; no pudieron en muchos días conseguirlo, y
consolábanse con decirle rezado; una noche mui tempestuossa de viento,
relámpagos y truenos, aguardaban padres y hijos para ir a la capilla a cumplir
su ordinaria deboción, que calmase algún tanto la tempestad; y en lo más recio della,
llamaron por defuera con grandes golpes a sus puertas. Prevínose el dueño de la
casa, por estar en el campo, y abrió las puertas y vió entrar por ellas un
hombre que más parecía salvage; porque aunque el talle y la disposisión y edad
eran de un mancebo briosso y bizarro la crecida y desgreñada melena y barba y
el arreo de su persona mostraban que venía de habitar los montes; su lenguaxe
feo, rústico y placentero daba a entender que alguna mala fortuna le tenía en
aquel estado; dixo que caminando axia la ciudad y entendiendo que la
cabalgadura en que iba le llevaba a no
sabía cómo avía retrocedido, y se hallava en aquel paraje, cuia población le
havían mostrado los muchos relámpagos. Quietóse el viento y entrándose la
devota familia a la Capilla, diciéndole al incognito güesped que esperasse
allí, apenas se empeçó a cantar la Salve quando él también entró a oirla y se
pusso de rodillas hasta el fin della y de las demás debociones; y luego que se
acabaron, sacó de debaxo del braço un discantillo al talle de lo demás, y le
templó y al son del canto una letra de alabanza de la Virgen; y otros muchos
romances al mismo asunpto, con una admirable voz y no poca destreza; fuéronse
de allí a cenar, agasajáronle y sobre messa refirió que avía años que no venía
a la ciudad por haber habitado en unas montañas que están a más de treinta
leguas de ella, entre unos indios bárbaros; donde aunque su vida también lo
era, había permanecido en la devoción a nuestra Señora a quien entre otras
tenía devoción de cantar siempre al son de aquel discantillo aquellas y otras
muchas letras que sabía; parecióles a los dueños aquel caso milagrosso, por los
deseos con que estavan; y confirmáronlo quando en dos días que para ello le
detuvieron puso en diferentes tonos de los muchos que cantaba todo el off y lo
supo cantar toda aquella familia; con que agradecido del agasaxo y socorro que
halló en ella, prosiguió su camino a la ciudad; pagóle la Virgen aquella su
pequeña devosión y afecto, luego que llegó a la ciudad, hasiéndole religioso
lego, y librándole por este medio, de la muerte que la justicia Real le
prevenía por muchos y graves delitos y librándole de cometer otros tantos,
aunque no muriera, con el estado religiosso en que oy vive con exemplar
escarmiento".
*
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Iglesia y Convento de San José (Carmelitas Descalzas) en la ciudad de Córdoba (foto propia) |
El hecho espiritual de los
desposorios de la Santísima Virgen con San José se refleja en las delicadísimas
estrofas -verdadero hecho poético- de "El Fénix de Amor".
A esta altura comienza un
conjunto -Coronas líricas- que responde
a un plan perfecto, de cuya realización nos quedan muchos claros. Comienza la "Corona
lírica de Rosas" a la que seguirá la "Corona Lírica de
Espinas" para terminar en una tercera corona que anunció pero que no
dejó escrita o se perdió y que, según deducciones bien fundadas, pudo ser la "Corona
Lírica de Estrellas".
y assi el Rosario tuvo con sus
Rossas
en las estrellas su nativo
origen.
La "Corona lírica de
Rosas": los misterios gozosos.
La "Corona lírica de
espinas": los misterios dolorosos.
La "Corona lírica de
estrellas" (inhallada): los misterios gloriosos.
Antes de considerar esta parte
de la obra espiritual y poética de Tejeda, debiéramos recordar aquí las
enseñanzas y las experiencias que nos han sido dadas sobre el Santo Rosario.
Fijemos para referencia de altura, como mira de intención para un aprovechamiento
que no puedo obtener ahora, las señales que nos fueron dadas de los Misterios
Gozosos. Las etapas de un itinerario de oraciones -Fe, Humildad, Recogimiento,
Paz, Ofrenda- pueden ser percibidas y subrayadas en el conjunto de verso y
prosa de Tejeda "Corona lírica de Rosas".
Indiquemos apenas, apenas y muy
levemente, algún mérito o algún rastro literario de esas páginas, páginas que
hacen inexplicable la falta de resonancia de este autor argentino en nuestras
letras y en nuestro mundo católico.
*
El misterio inefable de la
Encarnación le inspira versos de fina musicalidad, de piadosa entonación.
"La cítara del Espíritu Santo", que es la Virgen, comunica al don
poético de Tejeda versos felices y prosa rica y ondulante.
Y si el misterio de la
Visitación le hace meditar apoyándose entre otros autores sagrados, en las
"Revelaciones" de Santa Brígida, también los temores o celos de San
José le hacen escribir esas octavas admirables de "Los celos sin
agravios", 71 octavas llenas de fuerza lírica, fuerza propia de esos
versos que no le impiden hablar con honda ternura acerca de la Santísima
Virgen, de San José y del Niño.
Mas la Aguila caudal que a tanto
vuelo
las alas de su amor remonta y bate
quando para bajar se arroja al suelo
y al ejercicio material se abate
los ojos abre, y mira (ay cielo, ay cielo)
oh ata mi lengua, o solo se desate
con tu favor, si he de cantar cual debo
assumpto tierno, peligroso y nuevo.
Al tercer misterio gozoso, El
Nacimiento, le dedica primero una prosa que concluye así: Siguióse luego
a esta celebración angélica por orden y ministerio de los mismos Ángeles, la
que referirá la ÉGLOGA PASTORIL siguiente, de los Pastores de Belén. Esa
égloga falta en el Códice y solamente se hallan anotados, debajo del título,
los nombres de los tres interlocutores a quienes daría movimiento y voz:
Uranio, Tirso y Melibea. ¿Reminiscencia de Garcilaso? ¿O más bien de Luis Carrillo
de Sotomayor o de Góngora? Si era gongorino, decorativamente complicado cuando
quería, también sabía lograr una simplicidad y claridad admirables, como en la composición
titulada Al Niño Jesús, que comienza así:
Belén Portal dichoso
casa de Pan, que ciñes
aquél cándido trigo
nacido en tierra virgen.
Esa composición precede a la prosa dedicada al 4° misterio gozoso, La Purificación, que quiso concluir con poesías dedicadas, dice: a cuatro esclarecidas mujeres que con singulares blasones se extremaron en bendecir a María: Santa Catalina Virgen y Mártir, Santa Inés de Monte Policiano, Santa Catalina de Sena y Santa Rosa de Lima.
De esas poesías, solamente ha
escrito (o ha quedado) la dedicada a Santa Rosa de Lima, hermoso soneto que se
inicia con esta estrofa:
Nace en provincia verde y
espinosa
tierno cogollo, apenas engendrado
entre las rosas, (sol es ya del Prado)
crepúsculo de olor, rayo de Rosa.
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Recorte del diario La Nación (sin fecha) con el poema de Luis de Tejeda a Santa Rosa de Lima (foto propia) |
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En el 5° Misterio Gozoso, relatando la pérdida de Jesús y su hallazgo en el Templo, termina contemplando el gozo de San José y la Virgen con la prenda querida que habían llorado por perdida para gozarla allí tantos años y yo lo estoy mucho de haber hallado en su huerto florido la linda y fresca rosa que por tantos enredados laberintos he buscado. (Anotemos: como en Claudel, la rosa es la Fe, la Gracia).
Para finalizar, como un adorno dedicado a San José, relata aquí la fundación del Convento de Carmelitas Descalzas de San José en la Ciudad de Córdoba. Y esta parte termina con la canción Sáfica para dar comienzo a la Corona lírica de espinas.
Los Misterios Dolorosos: he aquí la Corona lírica de espinas. El hombre que habla parece hallarse en firme claridad de expresión. Su lenguaje, madurado y alto, parece común. Inicia la nueva etapa de manos de Santa Teresa: se apoya en reflexiones del "Camino de Perfección". El hombre que ya ha crecido, el hombre espiritual, el hombre nuevo, sabe que la Cruz es más que un libro y sabe que el Santo Rosario es un camino. Henchido de caridad, quiere ofrecerse a Cristo, al Hombre de dolores.
El "Camino de Perfección" de Santa Teresa le da la mano y el Santo Rosario es su camino. En el Santo Rosario están la Encarnación, la Pasión y la Gloria de Nuestro Señor. Se halla ahora en la parte del itinerario de oraciones en que se contemplan los sufrimientos, la Pasión amarga y la muerte del Salvador. Está en el camino y Jesucristo ha dicho "Yo soy el Camino". Tejeda está gozando la riqueza que la Santísima Virgen nos ha dejado por medio de Santo Domingo de Guzmán. Tejeda sabe que Dios trabajó en su espíritu y que Dios mismo destruyó el palacio de orgullo y de pecado que era su vida, y ya en el sosiego profundo, en el acercamiento sereno fiel de la Cruz de Cristo y al sufrimiento de María Santísima, en la celda de su humildad, silenciosa e iluminada, la Ofrenda entera de su palabra de poeta es una ofrenda de dolor.
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Iglesia y Convento de San José (Carmelitas Descalzas) en la ciudad de Córdoba (foto propia) |
Desde la Introducción a los
cinco misterios -"La Cena"- hasta lo único que realizó del 4°
Misterio, que es su brevísima prosa que dejó trunca, esas páginas -"De la
oración del huerto", "De los cinco mil azotes", "De la
corona de espinas"- son señaladas por las "Soledades de María
Santísima" (Soledad primera, Soledad segunda hasta la Soledad quinta)
intercalándose como recuerdos a su vida de pecador y como muestras sensibles de
su arrepentimiento, las cuatro partes que sigue llamando con fiel constancia
"El Peregrino en Babilonia". Es que en la afirmación de San Pablo
-"Mientras estamos en el cuerpo peregrinamos lejos del Señor" (II
Cor. V. 6)- este peregrino ya es atraído como nunca por el hechizo de la Patria
donde el descanso es verdadero.
Todo es caudaloso y todo se
cubre con una entonación de corazón lastimado.
Veamos este ejemplo del final de
la "Soledad Tercera", este soneto del encuentro de la Madre de Dios y
su Divino Hijo en el Camino del Calvario, soneto que me parece grande y
merecedor de apretadas admiraciones y sin embargo tan callado o tan ignorado:
JESÚS -Madre, esta pura sangre que me diste
quando me concebiste y me
criaste
qe oy por el hombre, se derrame
y gaste
es justo, pues para eso me
pariste:
MA. -Hijo, aunqe passo yo tu passion triste
dentro del alma mia qe criaste
por qe también dese sangriento
engaste
a mi cuerpo, partícipe no
hiciste?
J. H. S. -Porqe si cuando yo tanto me humillo,
al dolor, a la afrenta y al
tormento
tu cuerpo en mi passion me
acompañara
no hiriera tu alma tan cruel
cuchillo
que es el mayor dolor que agora
siento
y este dolor a mi passion
faltara.
*
Tejeda no concluye todavía su "Corona lírica de espinas" y ya Córdoba se asoma con un paisaje, el cual parece reconquistar levemente la atadura terrenal que había perdido en su obra poética. Y en tanto que su fervor por Santa Rosa de Lima surge de nuevo en una prosa "Rosa de Santa María Penitente", llega a la contemplación del 4° misterio "De la Cruz a cuestas" solamente en su iniciación teresiana, que quiso ser un pórtico, ya que quizás la muerte (la muerte del poeta o la muerte de su poesía) dejó el resto en el aire, en el aire fino de Córdoba, en lo perpetuo del descanso o en la majestad de una contemplación que nosotros no alcanzamos.
Luis José de Tejeda, poeta nuestro -nuestro por argentino y por católico- merece un conocimiento prolijo, un estudio minucioso que no cabe en estas líneas.
Aquí no he pretendido más que señalar el ejemplo vivísimo de una vocación que se dirigió a Dios uniendo, con alta dignidad, la oración y la poesía.
Osvaldo Horacio Dondo