miércoles, 4 de septiembre de 2024

"Sobre los abusos durante las celebraciones litúrgicas": carta del episcopado de Nigeria

A todos los sacerdotes católicos de Nigeria 

Sobre los abusos durante las celebraciones litúrgicas 

1.- La sagrada liturgia es el corazón de nuestro culto y la cumbre de nuestra vida cristiana. Es un acto de culto divino que pertenece a toda la Iglesia y debe ser salvaguardado con la máxima reverencia y fidelidad. Sin embargo, observamos con profunda preocupación y justa indignación un alarmante aumento de aberraciones durante el culto en toda nuestra nación, perpetradas por algunos de nuestros propios sacerdotes. Estos abusos incluyen

▪ desviaciones de las oraciones y rúbricas prescritas de la Misa, incluyendo la Plegaria Eucarística;

▪ manejo irreverente de la Eucaristía;

▪ caminar por el pasillo mientras se lleva la custodia durante la exposición del Santísimo Sacramento y bendecir al pueblo usando gestos parecidos a la aspersión del Agua Bendita;

▪ música inapropiada, incluida la importación de música profana a la liturgia;

▪ danza indecorosa, incluso con la custodia que contiene la Eucaristía;

▪ comercialización de la liturgia en forma de demasiadas colectas y recaudación de fondos justo en medio de las celebraciones litúrgicas;

▪ el uso del púlpito para perseguir intereses personales;

▪ la incorporación de costumbres locales incompatibles con la fe bajo el paraguas de la inculturación;

▪ la no utilización de ornamentos apropiados;

▪ la falta de preparación adecuada para cada aspecto de la celebración litúrgica;

▪ la invención de ritos, como la Dedicación del Niño, en la que algunos sacerdotes colocan al niño en el altar, cuando, según la enseñanza de la Iglesia, un niño es dedicado a Dios durante el bautismo;

▪ la bendición de objetos no aprobados por la Iglesia como sacramentales;

▪ y muchos otros. Estas graves violaciones no sólo son una afrenta directa a la santidad de la liturgia, sino también una fuente de escándalo y vergüenza para la Iglesia en Nigeria. 

2.- Que quede inequívocamente establecido: La liturgia no es un patio de recreo privado para la innovación personal. No es una plataforma para la autoexpresión del celebrante. Es un encargo sagrado, transmitido por la Iglesia, que debe celebrarse según las normas y tradiciones establecidas. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II es clara: "La regulación de la sagrada liturgia depende únicamente de la autoridad de la Iglesia". (SC, 22). Cualquier sacerdote que se encargue de desviarse de estas normas es culpable de una grave traición a su deber sagrado y está descarriando a los fieles.

3.- Condenamos, en los términos más enérgicos posibles, todos y cada uno de los abusos dentro de la sagrada liturgia. Tales acciones no son meros errores de juicio; son violaciones del orden sagrado y deben ser tratadas como tales. Recordamos a nuestros sacerdotes que el altar no es un escenario para el teatro, ni la liturgia un lugar para la novedad. La Iglesia nos ha dado directrices claras sobre cómo debe celebrarse la liturgia, y éstas deben seguirse sin excepción. La fidelidad a las leyes de la Iglesia no es opcional, sino obligatoria. Los fieles no merecen otra cosa que la celebración verdadera y reverente de los misterios de nuestra fe. 

4.- A nuestros obispos, los principales liturgistas de sus diócesis, les hacemos un solemne encargo: Tomad medidas inmediatas y decisivas para corregir estos abusos. Los fieles confían en ustedes como líderes, y es su deber sagrado asegurar que la liturgia en su diócesis se lleve a cabo con la dignidad y reverencia que exige. Como afirman las leyes universales de la Iglesia, "dentro de los límites de su competencia, corresponde a los Obispos diocesanos establecer en la Iglesia confiada a su cuidado, normas litúrgicas que sean obligatorias para todos". (Canon 838 §4). Cuando sea necesario, se deben emplear medidas penales para que los sacerdotes infractores rindan cuentas, haciéndoles comprender la gravedad de sus actos y disuadiendo a otros de cometer ofensas similares. Los directores diocesanos de liturgia y los vicarios foráneos (decanos) deben colaborar estrechamente con sus obispos en esta sagrada tarea. Es imperativo que trabajen juntos para asegurar que los sacerdotes dentro de sus jurisdicciones se adhieran estrictamente a las directivas de la Iglesia. Este esfuerzo de colaboración es esencial para mantener la unidad y santidad de nuestro culto litúrgico. 

5.- A los sacerdotes os decimos esto: Se os confía la sagrada responsabilidad de celebrar los misterios de nuestra fe. No es una responsabilidad que deba tomarse a la ligera, ni que permita interpretaciones personales. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II nos recuerda que "la Madre Iglesia desea vivamente que todos los fieles sean conducidos a esa participación plenamente consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza misma de la liturgia". (SC, 14). Esto sólo puede lograrse cuando la liturgia se celebra con el decoro, la reverencia y la fidelidad que exige. Los abusos y las desviaciones de la forma prescrita no sólo son inaceptables, sino que constituyen un grave perjuicio para los fieles y para la Iglesia. 

6.- En conclusión, renovemos todos nuestro compromiso con la celebración correcta y fiel de la liturgia. La liturgia es un anticipo del banquete celestial, un encuentro sagrado con lo divino, y debe celebrarse siempre con la máxima solemnidad y reverencia. Cualquier acción que disminuya este encuentro sagrado debe ser condenada y corregida con la seriedad que merece. Extendemos nuestra más sincera gratitud a todos los sacerdotes que, en su celebración de la liturgia, permanecen fieles a las enseñanzas y tradiciones de la Iglesia. Vuestro compromiso con la reverencia, el decoro y la fidelidad sostiene la santidad de nuestro culto y sirve de brillante ejemplo para todos. Que nuestras celebraciones litúrgicas reflejen siempre la belleza, el orden y la santidad que deben transmitir, acercando a los fieles al misterio de Cristo; y que la Virgen, asunta al cielo, interceda por nosotros para que seamos fieles a las enseñanzas de su Hijo y de la Iglesia. Amén. 

Dado el quince de agosto del año del Señor dos mil veinticuatro, en la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María.

miércoles, 28 de agosto de 2024

"Fundamento para la participación activa en la celebración de los sacramentos"

Compartimos hoy una nota de Pedro H. Lavarello, publicada en el número 237 de la Revista Litúrgica Argentina (edición correspondiente a julio/septiembre de 1970). Los destacados son de la nota original. Le hemos añadido algunas imágenes.



Fundamento para la participación activa 
en la celebración de los sacramentos

San Pío X, en el Motu proprio "Tra le sollecitudini", del 22 de noviembre de 1903, dice: "La participación activa en los sagrados misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia, es la fuente primera e indispensable en todos los fieles".

Por su parte, Pío XI en la Constitución apostólica "Divini cultus", del 20 de diciembre de 1928, añade: "Es absolutamente necesario que los fieles no asistan a los oficios como extranjeros o espectadores mudos, sino que, transidos por la belleza de la liturgia, participen en las ceremonias sagradas".

También Pio XII insiste en la participación, cuando en la Encíclica "Mediator Dei", del 20 de noviembre de 1947, refiriéndose en concreto al sacrificio eucarístico, nos enseña: "Conviene, pues, que todos los fieles se den cuenta de que su principal deber y su mayor dignidad consisten en la participación en el sacrificio eucarístico, y eso, no con un espíritu pasivo y negligente, discurriendo y divagando por otras cosas, sino de un modo tan intenso y tan activo, que estrechísimamente se unan con el Sumo Sacerdote... y ofrezcan aquel sacrificio juntamente con Él y por Él, y con Él se ofrezcan también a sí mismos".


Últimamente, el Magisterio insiste por el Vaticano II: "La Sta. Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las acciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la misma Liturgia y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del Bautismo, el pueblo cristiano, linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido' (1 Pedro 2,9)" (Const. Lit., n. 14).

La participación del pueblo en la celebración sacramental es —según lo demuestran las citas anteriores— una preocupación constante de la Iglesia en nuestro siglo. Pero, debemos buscar las razones por las que el laico debe participar en la acción sagrada comunitaria. Para esto, es necesario analizar qué es la Liturgia.

En una primera aproximación y sin ánimo de dar una definición completa y exhaustiva, podemos llegar al concepto por la etimología de la palabra liturgia, que proviene del vocablo griego "leiturguía", palabra compuesta de "leitos" (adjetivo derivado del jonio "laos" —que significa "pueblo y del cual deriva el término actual "laico") y "ergon"  (=obra). Por lo tanto, la liturgia es la obra del pueblo de Dios en acto de culto. Esto, sin exclusión de partes, y entendiendo "pueblo" como comunidad jerárquicamente organizada y con su orden propio.

En una segunda aproximación, hemos elegido —entre las muchas definiciones de Liturgia— las siguientes:

1. MEDIATOR DEI: "La Sagrada Liturgia constituye el culto público que nuestro Redentor, Cabeza de la Iglesia, ofrece al Padre celestial y el que la comunidad de los fieles cristianos ofrece a su Fundador, y, por su medio, al Padre eterno; es, en resumen, el culto público total del Cuerpo místico: el de la Cabeza y el de sus miembros".

2. VATICANO II: CONSTITUCION DE LITURGIA: La Liturgia "es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, en el que, por medio de signos sensibles, se significa y se realiza, de la manera propia a cada uno de ellos, la santificación del hombre, y a través del Cuerpo Místico de Cristo, cabeza y miembros, se rinde culto público completo" (n. 7).

Por lo tanto, y para no abundar más, podemos sacar esta primera conclusión: la participación del laico en la liturgia está exigida por la misma esencia de ésta.

Que dicha participación deba ser activa, se deduce del análisis de los elementos que integran la Liturgia. Podemos distinguir dos: uno, ascendente, latréutico e impetratorio; otro, descendente, sotérico. En ninguno de los dos puede el hombre, no como creatura imagen de Dios, ni como cristiano, ser un ente pasivo vivido por la acción. El hombre es sujeto-actor: promotor de movimiento.

Esto nos lleva a considerar otra razón de la participación: el sujeto de la liturgia. Está muy claro que el liturgo o ministro principal —en su nivel propio y más profundo— es Cristo, Mediador y Sumo sacerdote. Pero es también evidente que Cristo ejerce su sacerdocio sotérico y, a la vez latréutico e impetratorio, por medio de toda la Iglesia. En consecuencia, el laico es llamado a participar —en virtud de su bautismo— de su sacerdocio (ver ...  Lumen Gentium 10).

Por todo esto, concluimos en esta segunda afirmación: el laico es sujeto de la liturgia, con derecho y obligación a participar en la misma, con un culto racional.

Por otra parte, en los últimos años, el laicado ha visto posibilitada su madurez psicológica y —de hecho— su intervención en la vida litúrgica conscientemente celebrada.

Contra una opinión superficial que vería al fiel como un "sacristán", debemos ver en la intervención litúrgica del mismo, una muy variada y extensa posibilidad (p. ej.: en el matrimonio, bautismo en caso de ausencia de sacerdote o necesidad urgente, la actuación de los padrinos en el Bautismo). Actualmente, se tiende a delegar ciertos servicios ministeriales directos a los seglares: p. ej. lecturas en la Liturgia de la Palabra, comentarios catequético-litúrgicos en la acción sacramental, distribución de la comunión en casos previstos por una última disposición, etc. Incluso el mismo Vaticano II abre las puertas a los laicos para presidir el culto (p.ej.: Const. de Liturgia, 35,4: al promover la dirección de la Liturgia de la Palabra a Diáconos o seglares delegados por el Obispo, en lugares con ausencia de sacerdotes).

La acción no-ministerial de los fieles, consiste en la recepción de los sacramentos y sacramentales. Para que ésta sea válida y efectiva, se presuponen ciertos actos internos y externos que indican una participación activa en la celebración del sacramento.

Una tercera razón se funda en el fin mismo de la celebración litúrgica: la gloria de Dios. Recordaremos solamente lo que nos dice J. Lecuyer: "El culto se ordena a la gloria de Dios exactamente en la medida en que ayuda al hombre a alcanzar la gloria que Dios le tiene preparada en el cielo" (Reflexiones sobre la Teología del culto según Santo Tomás de Aquino, Revista tomista, N° 55, 1955). Obsérvese que dice "ayuda", lo que implica que se da una acción positiva por parte del hombre. Y esto nos trae a la memoria unas palabras de San Ireneo: "El que ofrenda, se glorifica (precisamente por ello) a sí mismo" (Adversus Haereses, IV, 17, 1).

De esto inferimos esta tercera conclusión: El fin de la celebración sacramental exige la participación activa del laico.

Si bien ya hemos indicado el fundamento teológico de la participación, lo repetimos aquí: el Bautismo, al hacer al hombre miembro de un "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa y pueblo escogido", le da derecho y obligación de participar en la Liturgia. Derecho y obligación que están suficientemente indicados en la unción del santo crisma del rito bautismal.

En cuanto a los caracteres de esta participación, ya hemos indicado que es activa. Pero como se trata de una acción humana, debe, por tanto, ser consciente. De donde se deduce la necesidad y obligatoriedad de la instrucción litúrgica. Y de este imperativo de conciencia, surge la tercera característica: plenitud. Plenitud de disposición interior, sin la cual nada valen las exteriorizaciones, sin la cual no hay verdadera manifestación en espíritu y en verdad, de la pertenencia viva al Cuerpo Místico de Cristo. 

Pedro H. Lavarello
Mendoza (Argentina)

miércoles, 21 de agosto de 2024

"Sobre la poesía de Luis José de Tejeda", por Osvaldo Dondo

Nos complace compartir hoy el texto de un artículo publicado en julio de 1944 en el número 7  de "Ortodoxia", revista de los Cursos de Cultura Católica.  La nota, titulada "Sobre la poesía de Luis José de Tejeda", apareció en la sección Escolios de la mencionada publicación. Tenemos en nuestro poder dos revistas "físicas", es decir en papel (aunque no completas), correspondientes, una a la edición mencionada y la otra a la de julio de 1945. Iremos compartiendo otros artículos en próximas entradas.

La revista carecía de ilustraciones; nosotros hemos añadido aquí algunas fotos propias, cuyo detalla se señala en cada epígrafe.

Antes de compartir el artículo de referencia,  recordemos que Luis de Tejeda, nacido en Córdoba el 25 de agosto de 1604 y fallecido en esa misma ciudad el 10 de septiembre de 1680, es considerado el primer poeta argentino. Su intensa y apasionante vida, no siempre edificante, dio un notable vuelco cuando, casi a los 60 años, decidió ingresar en el convento dominico de su ciudad natal, donde escribió toda su obra poética.

Lo honramos cuando están por cumplirse -el próximo domingo- 220 años de su nacimiento.



Placa en el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda,
de la ciudad de Córdoba
(foto propia)



Sobre la poesía de Luis José de Tejeda
(siglo XVII y en Córdoba)

Luis José de Tejeda y Guzmán, formado en una casa de fortuna y virtudes cristianas, en un marco familiar de maravilla y señorío, para quien los años pasan con gran caudal de expansiones de aventurero, busca un día el libre escondite de las sierras y allí sube como a una aventura nueva que le prepara una última y soberana sorpresa.

Aquel peregrino de Babilonia, como se llamó (peregrino él mismo, Babilonia su ciudad: ¡oh misera ciudad, oh patria mía!...), estaba ya en lo más alto del desengaño y de la amargura y, entonces, en 1662, dejando los reinos del hombre carnal para conquistar el Reino de Dios, deja de extraer definitivamente los engañosos oropeles de la vida vana y de las palabras vanas de esta vida para encender la palabra de todos los días en la oración de la Iglesia.

El Convento de Santo Domingo está al final de su camino espinoso. En 1663 Luis José de Tejeda y Guzmán, el heroico, el noble, tomó el sagrado hábito de religioso dominico de la Orden de Predicadores. En 1666, a los sesenta y dos años de edad, hace su profesión de lego.

Oigámosle decir con fina emoción y agradecido a la Virgen, a quien con tanta poesía llama la misteriosamente dibujada en todos los siglos y también: esta pequeña niña, nube, y nave...; oigámosle decir:

Tú que presides no a las nueve musas

sino a los nueve coros

 en sus gloriosos cánticos canoros

de mis voces turbadas y confusas

pues siempre al Pecador el oído inclinas,

escucha el ronco acento

con que al trágico cuento

daré fin del segundo cautiverio,

de aquel confuso Babilonio imperio

en que las transitorias flores vanas

me dibujaron las primeras canas.

Con esas, pues, cristíferas espinas

que en esas sienes de tu amor divinas

tenazmente ha clavado mi pecado,

y está tu corazón hoy coronado,

te ruego que mejores

mi vida marchitando tantas flores,

y que al sublime fuego y tierno llanto

lleguen los ecos de mi humilde canto.  

 

En el Convento lee y medita los libros de San Bernardino de Siena, de San Alberto Magno, de San Pedro Damiano. Las obras de Santo Tomás de Aquino y de San Juan Crisóstomo le iluminan la inteligencia; las Homilías de San Bernardo o "El Camino de Perfección” de Santa Teresa o las "Revelaciones" de Santa Brígida le hablan al oído atentísimamente.

Y escribe su prosa de meditaciones o de crónicas, escribe su caudalosa obra poética, va llenando con palabras de amor y de arrepentimiento páginas que permanecieron largamente calladas.

Placa en el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda,
de la ciudad de Córdoba
(foto propia)

Ya vive con intensidad su estado religioso, ya conoce el sosiego fiel en la lucha espiritual, ya presiente lo verdaderamente deleitoso: la paz del espíritu en la entrega a Cristo. Y en 1680, el 10 de septiembre, este "Peregrino de Babilonia" termina su peregrinaje en la tierra.

*

Pecado, Poesía, Religión. Aquella insistencia en el pecado, en la desobediencia o transgresión voluntaria a la ley de Dios, aquella vida de ofensa, de ingratitud e injusticia, permitió, por la misericordia divina, la labor profunda de la oración en el claroscuro espiritual, una búsqueda de sí mismo con un alejamiento y renuncia de los peligros y vanidades de la sensualidad y de la riqueza: Tout ce qui arrive est adorable, ha dicho León Bloy. Sabemos que cada uno de nuestros actos contiene un misterio: si es acto bueno, el misterio de la gracia; si es acto malo, el del camino por el cual Dios permite ese mal para obtener un bien superior. Y eso, concretamente, con un alcance que nosotros no podemos medir pero que se nos hace perceptible, ha ocurrido en la vida de Tejeda hasta expresarse en palabras de belleza: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; la Fe, la Esperanza, y la Caridad, fortalecieron, serenaron e iluminaron aquella alma aventurera que decidió lanzarse, al final de su vida, a la suprema aventura de la propia salvación.

Después de haber padecido intensamente la oposición del Bien y el Mal, del espíritu contra la carne, del amor divino y el amor humano, un día Tejeda descubrió el esplendor incomparable de la fe y el misterio de la Redención. Entonces su mirada se dirigió para siempre a Dios y el paisaje de su tierra cordobesa se trasmutó en un elemental  conjunto de símbolos, sin atadura terrena.

Su "nostalgia de Dios" se convirtió en un deseo de amar y servir a Dios. Y para servir a Dios, después de haber decidido vivir en la estrecha celda sin confines, siente que su vocación por las letras, ya manifestada en su vida civil, le acerca a la poesía, a la poesía que, según ha dicho Fray Luis de León, no es sino comunicación del aliento celestial y divino.

*

Sus primeros versos registrados están dirigidos a la Inmaculada Concepción: entre las dos composiciones con el mismo tema (escrita la primera antes de la declaración dogmática) el poeta intercala una prosa de noticias en las que, entre referencias a la doctrina disputada, no deja de tenerse en cuenta a sí mismo en la vida que comienza en esas circunstancias, en medio del reconocimiento mariano: Con tan feliz estrella entré en esta Sagrada Religión.

La genealogía de la Santísima Virgen es desarrollada luego en liras rigurosas que titula El árbol de Judá y por una breve prosa, La Casa de Nazareth, en la que alude a su propia conversión. Se enlaza con el Romance sobre su vida, titulado también El Peregrino de Babilonia: es la historia de su arrepentimiento, es un análisis con enumeración de episodios y expresiones perfectamente lógicas. El fervor se reviste de figuras literarias, pero con claridad: es una de las partes de su obra en que se habla con lenguaje más directo, de lo cual puede colegirse una intención ejemplificadora y no una simple actitud retórica.

La primera parte de su vida puede ir señalándose a lo largo de esos 1332 versos escritos con maestría.

Los personajes con nombres cambiados corresponden a la realidad de su vida, de la época más pecadora de su vida:

Oh, que el sol se apresuró

por no ver maldad tamaña.

Oh, que la noche al pecado

convidó con negra capa.

Ese largo poema, en que cantó sus desengaños y el peso de sus recuerdos, corresponde a lo que considera "su primera cautividad en Babilonia", reservando su instrumento -dice- para proseguir con las dos restantes soledades.

Allí, en ese término "Soledades" está caracterizado (si no bastaran otros datos más fehacientes y directos) el lado culterano al cual tiende, al barroco literario, ya por temperamento poético, ya por su formación.

Sobre El Dulce Nombre de María, Tejeda nos dejó una prosa con que fundamenta su hermoso poema El Fénix de Amor.

El Dulce Nombre de María, como tantas otras prosas que le siguieron, es una demostración de su saber en Teología y en Sagrada Escritura y también de la existencia de un verdadero escritor que no merece el olvido.

Como es en él costumbre, intercala episodios de su Córdoba natal o de otras tierras, para ilustrar algún concepto; y lo hace con ingenuidad, amenidad y finura. Oigámosle contar este episodio para incitar a la virtud:

"Los exemplos frescos y recientes son más eficazes para incitar a la virtud, que los antiguos, cuias repetidas noticias por grandes que sean, suelen entibiar la admiración: por esso referiré el que se sigue de la devoción a las cinco Letras del nombre de María. Tres leguas de Cordova por las faldas de sus cercanas cierras se estienden las campiñas de Saldán, fértiles y amenas con dos arroyos cristalinos que las riegan hasta hacerse tributarios del undoso río que de las cierras se precipita a esta ciudad; este delicioso pago componen granjas y haziendas de algunos dueños: y el de una dellas labró una devota capilla que dedicó a nuestra Señora del Carmen; de quien él y su virtuosa muger eran debotíssimos, cantavan en ella con sus hijos todas las noches la Salve y rezábanle el Rosario, y las sinco Ave Marías a las sinco letras de su nombre. Llegó a sus manos un offo. breve desta devosión, dispuesta en dulzes metros y coplas castellanas. Dessearon mucho hallar un diestro músico que lo pusiese en varios tonos, según los versos cortos, y largos de que constaba para que le cantassen sus hijos en la Capilla; no pudieron en muchos días conseguirlo, y consolábanse con decirle rezado; una noche mui tempestuossa de viento, relámpagos y truenos, aguardaban padres y hijos para ir a la capilla a cumplir su ordinaria deboción, que calmase algún tanto la tempestad; y en lo más recio della, llamaron por defuera con grandes golpes a sus puertas. Prevínose el dueño de la casa, por estar en el campo, y abrió las puertas y vió entrar por ellas un hombre que más parecía salvage; porque aunque el talle y la disposisión y edad eran de un mancebo briosso y bizarro la crecida y desgreñada melena y barba y el arreo de su persona mostraban que venía de habitar los montes; su lenguaxe feo, rústico y placentero daba a entender que alguna mala fortuna le tenía en aquel estado; dixo que caminando axia la ciudad y entendiendo que la cabalgadura en que iba le llevaba  a no sabía cómo avía retrocedido, y se hallava en aquel paraje, cuia población le havían mostrado los muchos relámpagos. Quietóse el viento y entrándose la devota familia a la Capilla, diciéndole al incognito güesped que esperasse allí, apenas se empeçó a cantar la Salve quando él también entró a oirla y se pusso de rodillas hasta el fin della y de las demás debociones; y luego que se acabaron, sacó de debaxo del braço un discantillo al talle de lo demás, y le templó y al son del canto una letra de alabanza de la Virgen; y otros muchos romances al mismo asunpto, con una admirable voz y no poca destreza; fuéronse de allí a cenar, agasajáronle y sobre messa refirió que avía años que no venía a la ciudad por haber habitado en unas montañas que están a más de treinta leguas de ella, entre unos indios bárbaros; donde aunque su vida también lo era, había permanecido en la devoción a nuestra Señora a quien entre otras tenía devoción de cantar siempre al son de aquel discantillo aquellas y otras muchas letras que sabía; parecióles a los dueños aquel caso milagrosso, por los deseos con que estavan; y confirmáronlo quando en dos días que para ello le detuvieron puso en diferentes tonos de los muchos que cantaba todo el off y lo supo cantar toda aquella familia; con que agradecido del agasaxo y socorro que halló en ella, prosiguió su camino a la ciudad; pagóle la Virgen aquella su pequeña devosión y afecto, luego que llegó a la ciudad, hasiéndole religioso lego, y librándole por este medio, de la muerte que la justicia Real le prevenía por muchos y graves delitos y librándole de cometer otros tantos, aunque no muriera, con el estado religiosso en que oy vive con exemplar escarmiento".

*

Iglesia y Convento de San José (Carmelitas Descalzas)
en la ciudad de Córdoba
(foto propia)


El hecho espiritual de los desposorios de la Santísima Virgen con San José se refleja en las delicadísimas estrofas -verdadero hecho poético- de "El Fénix de Amor".

A esta altura comienza un conjunto -Coronas líricas-  que responde a un plan perfecto, de cuya realización nos quedan muchos claros. Comienza la "Corona lírica de Rosas" a la que seguirá la "Corona Lírica de Espinas" para terminar en una tercera corona que anunció pero que no dejó escrita o se perdió y que, según deducciones bien fundadas, pudo ser la "Corona Lírica de Estrellas".

y assi el Rosario tuvo con sus Rossas

en las estrellas su nativo origen.


La "Corona lírica de Rosas": los misterios gozosos.

La "Corona lírica de espinas": los misterios dolorosos.

La "Corona lírica de estrellas" (inhallada): los misterios gloriosos.

Antes de considerar esta parte de la obra espiritual y poética de Tejeda, debiéramos recordar aquí las enseñanzas y las experiencias que nos han sido dadas sobre el Santo Rosario. Fijemos para referencia de altura, como mira de intención para un aprovechamiento que no puedo obtener ahora, las señales que nos fueron dadas de los Misterios Gozosos. Las etapas de un itinerario de oraciones -Fe, Humildad, Recogimiento, Paz, Ofrenda- pueden ser percibidas y subrayadas en el conjunto de verso y prosa de Tejeda "Corona lírica de Rosas".

Indiquemos apenas, apenas y muy levemente, algún mérito o algún rastro literario de esas páginas, páginas que hacen inexplicable la falta de resonancia de este autor argentino en nuestras letras y en nuestro mundo católico.

*

El misterio inefable de la Encarnación le inspira versos de fina musicalidad, de piadosa entonación. "La cítara del Espíritu Santo", que es la Virgen, comunica al don poético de Tejeda versos felices y prosa rica y ondulante.

Y si el misterio de la Visitación le hace meditar apoyándose entre otros autores sagrados, en las "Revelaciones" de Santa Brígida, también los temores o celos de San José le hacen escribir esas octavas admirables de "Los celos sin agravios", 71 octavas llenas de fuerza lírica, fuerza propia de esos versos que no le impiden hablar con honda ternura acerca de la Santísima Virgen, de San José y del Niño.

Mas la Aguila caudal que a tanto vuelo
las alas de su amor remonta y bate
quando para bajar se arroja al suelo
y al ejercicio material se abate
los ojos abre, y mira (ay cielo, ay cielo)
oh ata mi lengua, o solo se desate
con tu favor, si he de cantar cual debo
assumpto tierno, peligroso y nuevo.

Al tercer misterio gozoso, El Nacimiento, le dedica primero una prosa que concluye así: Siguióse luego a esta celebración angélica por orden y ministerio de los mismos Ángeles, la que referirá la ÉGLOGA PASTORIL siguiente, de los Pastores de Belén. Esa égloga falta en el Códice y solamente se hallan anotados, debajo del título, los nombres de los tres interlocutores a quienes daría movimiento y voz: Uranio, Tirso y Melibea. ¿Reminiscencia de Garcilaso? ¿O más bien de Luis Carrillo de Sotomayor o de Góngora? Si era gongorino, decorativamente complicado cuando quería, también sabía lograr una simplicidad y  claridad admirables, como en la composición titulada Al Niño Jesús, que comienza así:

Belén Portal dichoso
casa de Pan, que ciñes
aquél cándido trigo
nacido en tierra virgen.

Esa composición precede a la prosa dedicada al 4° misterio gozoso, La Purificación, que quiso concluir con poesías dedicadas, dice: a cuatro esclarecidas mujeres que con singulares blasones se extremaron en bendecir a María: Santa Catalina Virgen y Mártir, Santa Inés de Monte Policiano, Santa Catalina de Sena y Santa Rosa de Lima.

De esas poesías, solamente ha escrito (o ha quedado) la dedicada a Santa Rosa de Lima, hermoso soneto que se inicia con esta estrofa:

Nace en provincia verde y espinosa
tierno cogollo, apenas engendrado
entre las rosas, (sol es ya del Prado)
crepúsculo de olor, rayo de Rosa.


Recorte del diario La Nación (sin fecha)
con el poema de Luis de Tejeda a Santa Rosa de Lima
(foto propia)
 

*

En el 5° Misterio Gozoso, relatando la pérdida de Jesús y su hallazgo en el Templo, termina contemplando el gozo de San José y la Virgen con la prenda querida que habían llorado por perdida para gozarla allí tantos años y yo lo estoy mucho de haber hallado en su huerto florido la linda y fresca rosa que por tantos enredados laberintos he buscado. (Anotemos: como en Claudel, la rosa es la Fe, la Gracia).

Para finalizar, como un adorno dedicado a San José, relata aquí la fundación del Convento de Carmelitas Descalzas de San José en la Ciudad de Córdoba. Y esta parte termina con la canción Sáfica para dar comienzo a la Corona lírica de espinas.

Los Misterios Dolorosos: he aquí la Corona lírica de espinas. El hombre que habla parece hallarse en firme claridad de expresión. Su lenguaje, madurado y alto, parece común. Inicia la nueva etapa de manos de Santa Teresa: se apoya en reflexiones del "Camino de Perfección". El hombre que ya ha crecido, el hombre espiritual, el hombre nuevo, sabe que la Cruz es más que un libro y sabe que el Santo Rosario es un camino. Henchido de caridad, quiere ofrecerse a Cristo, al Hombre de dolores.

El "Camino de Perfección" de Santa Teresa le da la mano y el Santo Rosario es su camino. En el Santo Rosario están la Encarnación, la Pasión y la Gloria de Nuestro Señor. Se halla ahora en la parte del itinerario de oraciones en que se contemplan los sufrimientos, la Pasión amarga y la muerte del Salvador. Está en el camino y Jesucristo ha dicho "Yo soy el Camino". Tejeda está gozando la riqueza que la Santísima Virgen nos ha dejado por medio de Santo Domingo de Guzmán. Tejeda sabe que Dios trabajó en su espíritu y que Dios mismo destruyó el palacio de orgullo y de pecado que era su vida, y ya en el sosiego profundo, en el acercamiento sereno fiel de la Cruz de Cristo y al sufrimiento de María Santísima, en la celda de su humildad, silenciosa e iluminada, la Ofrenda entera de su palabra de poeta es una ofrenda de dolor.

*
Iglesia y Convento de San José (Carmelitas Descalzas)
en la ciudad de Córdoba
(foto propia)



Desde la Introducción a los cinco misterios -"La Cena"- hasta lo único que realizó del 4° Misterio, que es su brevísima prosa que dejó trunca, esas páginas -"De la oración del huerto", "De los cinco mil azotes", "De la corona de espinas"- son señaladas por las "Soledades de María Santísima" (Soledad primera, Soledad segunda hasta la Soledad quinta) intercalándose como recuerdos a su vida de pecador y como muestras sensibles de su arrepentimiento, las cuatro partes que sigue llamando con fiel constancia "El Peregrino en Babilonia". Es que en la afirmación de San Pablo -"Mientras estamos en el cuerpo peregrinamos lejos del Señor" (II Cor. V. 6)- este peregrino ya es atraído como nunca por el hechizo de la Patria donde el descanso es verdadero.

Todo es caudaloso y todo se cubre con una entonación de corazón lastimado.

Veamos este ejemplo del final de la "Soledad Tercera", este soneto del encuentro de la Madre de Dios y su Divino Hijo en el Camino del Calvario, soneto que me parece grande y merecedor de apretadas admiraciones y sin embargo tan callado o tan ignorado:

JESÚS         -Madre, esta pura sangre que me diste

quando me concebiste y me criaste

qe oy por el hombre, se derrame y gaste

es justo, pues para eso me pariste:

MA.            -Hijo, aunqe passo yo tu passion triste

dentro del alma mia qe criaste

por qe también dese sangriento engaste

a mi cuerpo, partícipe no hiciste?

J. H. S.        -Porqe si cuando yo tanto me humillo,

al dolor, a la afrenta y al tormento

tu cuerpo en mi passion me acompañara

no hiriera tu alma tan cruel cuchillo

que es el mayor dolor que agora siento

y este dolor a mi passion faltara.

*

Tejeda no concluye todavía su "Corona lírica de espinas" y ya Córdoba se asoma con un paisaje, el cual parece reconquistar levemente la atadura terrenal que había perdido en su obra poética. Y en tanto que su fervor por Santa Rosa de Lima surge de nuevo en una prosa "Rosa de Santa María Penitente", llega a la contemplación del 4° misterio "De la Cruz a cuestas" solamente en su iniciación teresiana, que quiso ser un pórtico, ya que quizás la muerte (la muerte del poeta o la muerte de su poesía) dejó el resto en el aire, en el aire fino de Córdoba, en lo perpetuo del descanso o en la majestad de una contemplación que nosotros no alcanzamos.

Luis José de Tejeda, poeta nuestro -nuestro por argentino y por católico- merece un conocimiento prolijo, un estudio minucioso que no cabe en estas líneas.

Aquí no he pretendido más que señalar el ejemplo vivísimo de una vocación que se dirigió a Dios uniendo, con alta dignidad, la oración y la poesía.

Osvaldo Horacio Dondo

miércoles, 14 de agosto de 2024

“Este es mi destino”

Cada Pentecostés, desde hace más de 40 años, tiene lugar una peregrinación de fieles unidos a la "Misa de Siempre" y a la doctrina tradicional de la Iglesia. Los peregrinos salen de la Catedral de París y llegan a la Catedral de Chartres. Se trata de más de cien kilómetros, que se recorren en tres días de marcha. Esta peregrinación cuenta cada año con más asistentes; se estima que en 2024 hubo cerca de 20.000 peregrinos -la mayoría jóvenes- llegados de muchos países del mundo y fue incluso tapa de Paris-Match.


En ese marco, este año, el padre Augustin-Marie Aubry, Prior de la Fraternidad de San Vicente Ferrer, dirigió a los peregrinos  este  magnífico sermón el día de Pentecostés, que nosotros compartimos en traducción propia en la Vigilia de la Asunción de María:

  

“Este es mi destino”


Ven, oh Espíritu Santo, 
y envía desde el cielo  un  rayo de tu  luz 
para iluminar nuestras almas  
sobre nuestro misterioso destino

Tengo una pregunta para todos vosotros que estáis reunidos ante el altar, y para todos vosotros que estáis siguiendo a  distancia esta Misa de Pentecostés, esta Misa  de la peregrinación de Chartres: queridos peregrinos , ¿sabéis cuál es vuestro destino?  

***

1.  Nuestro destino

Cuando salimos de París ayer por la mañana, sabíamos que nuestro destino era   la Catedral de Chartres.  Y sabíamos que para alcanzar esta meta  debíamos caminar, sin perdernos ni desanimarnos.   Pero nuestra peregrinación de tres días   es una imagen de nuestra  vida en la tierra.


La ciudad santa

El objetivo de este viaje es una catedral: una catedral hecha de piedra, que representa la Jerusalén celestial, esa ciudad que contempló San Juan y que describe en su Apocalipsis:

Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos» (Ap 21,  2-3).

Esa Ciudad  Santa es la meta de nuestra vida.   Dios habita  allí  con los hombres. ¿Qué hacen los elegidos en su presencia? Cantan. Cantan un Sanctus, que siempre comienza de nuevo;  un  Te Deum,  junto con toda la corte celestial;  un  Magnificat, en unión con Nuestra Señora, la Reina del Paraíso. 

Imagen en el frente de la propiedad ubicada en Cuba 3068  (Bs. Aires) 
(foto propia)


Cara  a  cara

Ahora bien,  ¿cuál es el tema de su canción? Cantan la gloria de Dios, que por fin poseen, ya que  ahora viven en la luz.   En el cielo, la fe y la esperanza desaparecerán y sólo quedará la caridad. Inspira  todo lo que los  bienaventurados  hacen  y  dicen. Dios se les da a conocer:  “Seremos como él, porque le veremos tal como él es”  (1 Jn 3,  2).   Podrás mirar el sol y tú mismo serás  transformado en sol por su luz. “Ahora veremos por espejo, en oscuridad”, escribe San Pablo, “pero luego veremos cara a cara”  (1 Co 13,  12). Este es vuestro  destino: estar cara  a  cara  con Dios. 

Santa Teresa de Lisieux,  que nos acompaña en el camino de este día, escribió una vez un gran poema sobre el cielo.  Resume  todas sus ideas y termina con estas palabras:

Deseo ser abrazado por su amor,
Quiero verlo y unirme  a  Él para siempre,
Ese será el paraíso para  mí ... 
Ése es mi destino: ¡vivir por amor!
(Vivir del amor,  26 de  febrero de  1895)

Vuestro destino es ver a Dios y estar unidos a Él.


Un baile con los ángeles

Cuando el  pintor dominico Fra Angélico  quiso representar el paraíso, mostró  a quienes  entraban  siendo recibidos por ángeles. Todos  bailan juntos formando un círculo delicioso: un hombre, luego un ángel, luego un hombre, luego un ángel. ¿Quién  quiere  perderse  una celebración? ¿Quién  es  tan tonto como  para llegar  tarde? Debemos  darnos  prisa,  debemos  llegar a tiempo a la cámara festiva.



***


2.  Nuestro deseo

Estáis en peregrinación hacia Chartres, pero vuestro destino es el cielo.   Esto, sin embargo,  plantea otra pregunta ¿Es vuestro deseo digno de vuestro destino? ¿O tal vez  os  decís a vosotros mismos: “¡El cielo es demasiado alto para mí! Está demasiado lejos y es demasiado difícil  de alcanzar. El cielo es para  los grandes santos, no para  un  creyente promedio como yo”?

Si decís  eso, estáis  equivocados. 


La dignidad de un  cristiano

Tus deseos  deben  basarse en dos cosas, lo que eres y lo que deseas. Déjame  hablar primero de  lo que  eres. 

Tú has sido creado por Dios. Él te hizo a su imagen y semejanza , y eres fruto de su sabiduría y bondad.

Tienes un alma inmortal; estás hecho para  la eternidad y diseñado para la gloria.


“¡ Cristiano, recuerda tu dignidad!”

Ahora,  en segundo lugar, ¿qué deseas? Entra en  ti mismo y piensa  lo siguiente: “Los santos del paraíso no fueron hechos de  algún  material diferente al mío. Si ellos pudieron  realizar  su  destino , ¿por qué yo no debería hacerlo?”.

Nuestros deseos  tienen que  ser entrenados, como adiestramos a un animal. De esa manera, poco a poco van  creciendo  en fuerza  y ​​en amplitud, hasta que  finalmente  tengamos  la  misma capacidad que han  disfrutado  todos  los santos . Como dice Santa Teresa: “Trabajar con amor significa  trabajar  con fervor;  un  corazón amoroso corre  hacia adelante, o mejor dicho, vuela. Nada es demasiado difícil para ello y nada puede detenerlo”.  Tal  es la grandeza y la fuerza  del  deseo, cuando  está  abierto a la gracia de Dios.  


La perversión del deseo

Sin embargo, lamentablemente también tienes dentro de ti un poder para  anular las intenciones de Dios para  ti.   La Iglesia, siguiendo a Cristo, siempre ha enseñado que el estado de nuestra alma en la eternidad dependerá de cómo actuemos  en esta vida. Permítanme citar lo que se llama el Credo Atanasiano, que  es testimonio de la fe de los primeros siglos de la Iglesia, especialmente en la Galia cristiana: 

“Los que hicieron el bien irán a la vida eterna, pero los que hicieron el mal, al fuego eterno. Esta es la fe católica, y quien  no la guarda firme y  fielmente  no puede salvarse.

Has sido creado libre y por eso puedes  traicionar el amor de Dios. Si pecas,  pisoteas un misterio; haces  vano el deseo y  expulsas  al Espíritu Santo que recibiste en el bautismo.  Por pecados de injusticia, impureza o impiedad,  distorsionarías la imagen de Dios dentro de ti. Si tus deseos están fijados en las criaturas, tu destino será  vivir sin tu Creador: no ver a Dios, nunca alcanzar tu verdadera meta…

¡Peregrinos  de Chartres,  animaos! Renovad la imagen de Dios dentro de  vosotros y  sed dignos de su destino. ¿Tenéis miedo a causa de vuestra vida pasada,  con sus  muchos y feos pecados?  ¡Sin embargo, el pecado es  alimento para la misericordia de Dios!  Que sea hoy el día en que cambiéis vuestra vida,  purificando  vuestros deseos.  No miréis más a las criaturas, sino a su Creador.

Nos hemos reunido  para  caminar porque sabemos  que hay un  camino que tenemos ante nosotros:  es  el camino que  lleva  del pecado a la gracia, de la tibieza al fervor,  de una vida mediocre a  la santidad. Y la pregunta importante no es: "¿Cuántos de nosotros caminamos hacia Chartres?" Más bien es: "¿Cuántos de nosotros habremos cambiado de vida  cuando  lleguemos allí?".



Espíritu de Pentecostés

Compañeros  peregrinos  y amigos: que este Pentecostés sea  para  todos  vosotros ocasión de una ferviente confesión. Que  la contrición  suscite  una vez más en ustedes el deseo de Dios: el deseo de ver su rostro y de alcanzar vuestro destino. 

Que podáis escuchar a Dios llamándoos, en este Pentecostés, a su servicio.  Necesitamos apóstoles  que enciendan en todas partes el deseo de Dios.

Por eso, a esta inmensa asamblea, caminando detrás de la Cruz, siguiendo las huellas de los santos y acompañados de los ángeles, les digo esto: si permanecéis fieles a vuestra vocación, que es la de alabar a Dios, entonces vuestro camino en  la tierra será un camino  al cielo, y el tiempo de la fe dará paso  a la visión de la Trinidad a quien adoramos. Porque nuestra verdadera patria es la eternidad.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Teología del humor

 


La anécdota es conocida, aunque circulan diversas versiones que difieren en algunos detalles. Santa Teresa, durante un viaje de por sí muy accidentado, se cayó de su caballo y se lastimó. Se lamentaba de tantos percances, cuando el Señor le dijo: "Hija mía, no te quejes:  así trato a mis amigos". Dicen que la santa le respondió con su singular franqueza: "¡Por eso tiene tan pocos su Divina Majestad!".

Santo Tomás Moro compuso la célebre “Oración del Buen Humor”: "Concédeme el saber reír de un chiste, para que sepa sacarle un poco de gozo a la vida y pueda hacer partícipes de ese gozo a los demás".

San Juan Bosco, cuando se dirigía a sus muchachos del oratorio: "Os quiero siempre alegres, porque así sé que tenéis la paz interior"; y, además, para que sus muchachos se rían, no dudaba en vestirse de payaso o hacer de saltimbanqui.

Asimismo, Federico Ozanam, probado por la cruz con predilección, mencionó en cierta ocasión la frase que más le impresionó cuando fue a pedir consejo a su director espiritual en su crisis de fe. Este le dijo: "¡Alégrate siempre en el Señor!". No le dijo que se resignase o consolase, sino que se alegrase, y esta respuesta le sirvió para aceptar todo lo que Él le iba mandando, que no fue poco.

Sé que es fácil escribir esto, pero vivirlo y aceptarlo ya es más complicado. Tenemos que hacer, permanentemente, ensayos para llevar el amor de Cristo a los que acudan a nosotros, pero sin olvidarnos de algunas formas cotidianas de amarlos: una palabra amable, un chiste o una sonrisa, cuando se hallen decaídos y cabizbajos. Hacerlos sonreír y levantarles el ánimo.  ¿Se llamará a esto la Teología del humor?

Dan como creador de la nueva teología del humor a San Juan XXIII por sus divertidas anécdotas, chascarrillos y, dicen, sentido del humor. Ese humor que la Iglesia necesita, pues está impreso en la esencia del Evangelio; en multitud de ocasiones se nos pide que nos alegremos: "Alégrate, María"; "Alegraos, os ha nacido el Redentor"; "Alegraos siempre en el Señor", etc. La alegría, ese humor que brota del interior de los que esperan en el Señor y que nos hace pedir que los creyentes también seamos samaritanos del humor, amortiguando los roces e incomprensiones de los tristes. Santa Teresa, con su profundidad teológica, ya exclamaba que "un santo triste es un triste santo".


(Basado en una nota de J.L.M.  de la revista Ozanam, 
de la Sociedad de San Vicente de Paúl)