(...) Las celebraciones que a menudo sintomáticamente son llamadas "ceremonias", se hacen muchas veces con gran aparato, muy a menudo construidas arbitrariamente -precisamente por falta de comprensión litúrgica- pero se nota una falta de alma -la llamaría así- que asusta. Se siguen haciendo gestos, multiplicando signos, de los que los mismos directores no tienen una total comprensión. Y entonces nuestras liturgias, gracias a la euforia que siguió a la reforma conciliar, se parecen más a representaciones teatrales que a la "oración pública de la Iglesia-comunidad". ¿Un ejemplo? el elefantiásico desarrollo que en algunas celebraciones toma la presentación de los dones, donde desfilan objetos de toda especie, donde, por ejemplo, le entregan al celebrante que acaba de leer y comentar la Santa Escritura, el texto de la Biblia, como diciéndole: "Toma y lee...".
miércoles, 17 de diciembre de 2025
"Basta de improvisaciones"
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