miércoles, 20 de marzo de 2019

Yo fui testigo

Yo fui testigo.

Debo decir con tristeza que yo he sido testigo de todo tipo de abusos litúrgicos «al límite de lo soportable», como dice el Motu Proprio Summorum Pontificum. Y no me refiero a los años inmediatamente posteriores al Concilio, en los que la particular efervescencia de los cambios en todos los órdenes de la vida eclesial hacía comprensible cierta desorientación. Por razones de edad, no viví esa época ni tengo, por tanto, ninguna "nostalgia" de la Liturgia anterior al Vaticano II. Pero desde mediados de los ´80 he visto tantas arbitrariedades totalmente contrarias al Concilio que estoy espantado.

Yo he estado en celebraciones en que el orden de las partes de la misa era totalmente alterado según el capricho del celebrante.

Yo he participado de misas que el sacerdote presidía sin ornamento alguno, ni siquiera una estola sobre su ropa particular.

Yo he visto consagrar pan común de mesa en una panera de plástico, y he presenciado horrorizado cómo las migas caían por los agujeros de la panera sin que el celebrante se preocupara de ello en lo más mínimo.

Yo he visto sacerdotes que, en lugar de hacer la homilía, mandaban repartir papelitos entre los fieles para que cada uno pusiera en común sus reflexiones con el de al lado.

Yo he visto misas solemnes y llenas de signos para celebrar... el inicio de la primavera.

Yo he visto cómo algún sacerdote, domingo tras domingo y de un modo sistemático, mandaba (en ocasiones por escrito, y conservo esa "rúbrica" como prueba) suprimir la segunda lectura.

Yo he visto a diáconos (e incluso a laicos) proclamando la Plegaria Eucarística.

Yo he participado de una celebración de Domingo de Ramos en que, después de la procesión inicial, se pasaba inmediatamente a la Presentación de las Ofrendas (alegando que, como ya se había leído el Evangelio, la Liturgia de la Palabra ya había tenido lugar).

Yo he asistido a larguísimos debates para decidir cómo reducir a la mínima duración posible la Vigilia Pascual.

Yo he escuchado a un sacerdote decir, en una conferencia sobre Liturgia: «A veces creemos que los documentos hay que leerlos para cumplirlos» pero en realidad «lo único que hay que cumplir es el Evangelio, el resto no» (sic). He escuchado decir en esa misma charla que la palabra jerarquía es una «mala palabra» (sic) y que por lo tanto «esto» (señalando a un documento de la Iglesia, concretamente la Carta Vicesimus Quintus Annus de S. S. Juan Pablo II) "no nos va a decir cómo debe ser la Liturgia de nuestra parroquia".

Yo he escuchado a sacerdotes improvisando no sólo las oraciones presidenciales sino incluso la misma Plegaria Eucarística, por supuesto con errores gramaticales y teológicos diversos.

Yo he visto a un sacerdote derramar por accidente el Cáliz con la Sangre de Cristo y no inmutarse en lo más mínimo, como si nada hubiera pasado.

Yo he escuchado a un sacerdote mandar cantar el “Feliz Cumpleaños” en una Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo (porque era "el cumpleaños del sacerdocio").

Yo he visto un sacerdote tener en sus manos a la vez un cáliz y una pelota, y hacer burlonamente con ellos, poniendo el balón sobre el cáliz, la imitación de una copa o trofeo deportivo.

Yo he visto a un sacerdote invitar a un fiel que cumplía años a subir al presbiterio mientras se entonaba el "Happy Birthday", para apagar ¡las velas del altar!.

Qué tristeza. Yo fui testigo de todo esto.
Y aclaro: en ningún documento del Concilio se encuentra autorización para estas aberraciones.

2 comentarios:

  1. La última aclaración va a la médula de la cuestión, entonces ¿queda pensar que el problema es la crisis de autoridad que afecta a occidente?

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