miércoles, 10 de abril de 2024

"La proclamación de la Palabra de Dios"

En línea con los que publicamos en nuestra entrada del 20 de marzo, compartimos hoy un viejo recorte de la revista Actualidad Pastoral referido a la proclamación litúrgica de la Palabra de Dios


I. Monición introductoria a las lecturas

¿Es preciso "presentar" las lecturas por medio de una monición o introducción anterior a ellas? De hecho es una costumbre bastante generalizada. No es que sea indispensable, sobre todo cuando el sentido de los textos es accesible y los ritos de entrada han preparado suficientemente a la asamblea. Pero habrá ocasiones en que será conveniente y oportuna. ¿Cómo hacerla?

1. Esta monición no debe alguno un resumen de la lectura, que intenta decir por anticipado (¡doblándola!) y de mejor manera (!) lo que dirá la lectura misma.

2. Tampoco debe ser, a pesar de que tal el caso frecuente, una introducción banal, rutinaria, formalista, como si se tratara de algo obligado. Entonces es mejor suprimirla.

3. Ni es un prólogo exegético que gravita en torno a una información sobre el contexto y el libro bíblico de que está tomada.

4. Toda monición es un arte. Es el arte de suscitar el deseo, las ganas de algo, en nuestro caso de escuchar. Es el arte de despertar una simpatía, una resonancia de sintonía, de afinidad hasta afectiva.

5. Será, pues, sencilla, pero sugerente, partiendo de de los oyentes, de lo que sienten y piensan; tratará de introducirles en la Palabra mediante unos puntos suspensivos, una interrogación.

He aquí un par de ejemplos:

El día de la Epifanía, la primera lectura (Is 60,1-6) es introducida así:

"Una ciudad en la cumbre de una montaña. Está amaneciendo. El sol se levanta sobre el horizonte y el profeta se imagina que toda la humanidad, desde todas las direcciones del mundo, se pone en marcha para subir a esa cumbre. ¿Qué ciudad es ésta? ¿Por qué se ha convertido en centro de la tierra?".

El domingo 3° C, segunda lectura (2 Tim, 4):

"He aquí el testamento espiritual de San Pablo que él nos envía desde la prisión romana donde se halla encarcelado. Ahora más que nunca sabe Pablo en quién tiene puesta su esperanza"

El domingo 3° de Adviento A, segunlectura: (Santiago 5,7-10):

"¿Conocéis la historia del campesino que perdía la paciencia porque en el largo invierno no brotaba la semilla en su campo? El verdadero labrador es paciente. Pero más paciente todavía es Dios mismo".

6. A veces la monición dedicará parte de su su atención a despejar obstáculos, dificultades de inteligencia, equívocos, pistas falsas. Así, por ejemplo, cuando Pablo habla de la carne y del espiritu, vale la pena anticipar lo que esto significa. Si los meandros del pensamiento del autor son complicados, se puede facilitar la escucha dando algunas pautas esquemáticas.

7. La monición no debe hacerla el lector. Entonces se confunden el texto de la monición y el de la lectura, con detrimento del relieve que a ésta debe dársele. Debe hacerla pues, otra persona distinta de la del lector.


II. Proclamación de la Palabra

1. El lector debe ser consciente de estar ejerciendo un ministerio profético, un servicio a la Palabra y al Pueblo de Dios. A través de todo su modo de actuar debe  testimoniar, es decir, manifestar y hacer visible esa fe en la Palabra.

Pero esa fe no le ahorra el cuidar los aspectos técnicos de la lectura. 

2. El primer criterio "técnico" es que lea despacio, muy despacio. Para eso debe controlar sus nervios. Es penoso ver a tantos lectores que van a la carrera leyendo el texto y, cuando han acabado, salen casi corriendo para abandonar el lugar y volver a su sitio. La prisa es el defecto principal en la mayoría de nuestros lectores, al menos los jóvenes. Ciertamente esa prisa es sólo el signo externo de un sentimiento de inseguridad, de miedo.

Es muy difícil erradicar este defecto. Pero si no se erradica, se destruye casi todo el efecto de la liturgia de la Palabra. La únical manera de combatir este vicio es ensayar antes al lector repetidas veces e irle acostumbrando al autocontrol, a la confianza humilde en su rol frente a la asamblea.

Una forma de control puede ser: en cada uno de los puntos que siguen a cada frase, debe intercalarse una respiración completa (inspirar-expirar); y.en las comas, un inspirar.

3. El segundo criterio es vocalizar bien, pronunciar de modo claro y distinto cada silaba, forzando, si es necesario, el movimiento de labios, boca, etc. También es ésta una cuestión muy descuidada en general entre nosotros, incluidos los actores de teatro, los locutores de televisión, etc.

4. Si se vocaliza bien y se lee despacio, se oye también bien; no hay que forzar ni levantar la voz.

De todos modos hay que cuidar la cercanía al micrófono, cuando éste es necesario, así como su volumen.

A veces conviene tener un colaborador sentado en los últimos bancos para que, por señas, diga cuándo no se oye (cosa, por lo demás, increíblemente frecuente).

5. Un defecto muy generalizado es el de bajar la voz al final del párrafo. Quiere decirse entonces que la mayoría de los finales de frase los pierde el público. Lo cual es grave. Se le roba buena parte del texto.

6. Aunque se lea, la lectura debe hacerse como si se la hablara.

Esto quiere decir:  

a) debe conocerse bien el texto, incluso alguna frase ha podido aprenderse de memoria;

b) se debe mirar frecuentemente a la asamblea y con calma, como en una conversación se mira a los ojos de la persona conla que se habla, y a veces fijamente, cuando se quiere inculcar algo o darle una emoción especial;

c) es fatal estar todo el tiempo mirando al libro, que acaba convirtiéndose en pantalla o muro de separación;

d) para esto es preciso saber leer "por adelantado", es decir, recoger con la vista toda la frase frase escrita, grabarla en la mente e  irla diciendo mirando ya al pueblo; por tanto, sin mirar al libro; quizá con una mano  se puede ir señalando discretamente el lugar donde se estaba antes de levantar las e levantar la vista; así se evita el peligro de perderse al volver al libro para iniciar el nuevo párrafo;

e) la postura corporal debe ser digna, erguida, con la cabeza levantada, como la de quien está anunciando el mensaje de la "buena nueva"

7. Una lectura es una interpretación (análoga a la del actor que interpteta un texto teatral). Para eso es fundamental conocer el género literario a que pertenece el texto. (Puede ser un relato, una conversación, una parábola, una amonestación, una plegaria, un himno...).

Cada uno de estos géneros exige su tono de voz, su modulación, su timbre adecuado. Hay que saber matizar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario