miércoles, 22 de mayo de 2024

El teatro del absurdo

 

“Dios está muerto, Marx también y yo tampoco me siento muy bien”.

El clima surrealista que vivimos desde hace una década en la Iglesia Católica nos recuerda una cita de Eugene Ionesco, famoso escritor y dramaturgo francés de origen rumano (...) [cuyas] obras se centran en la representación de la falta de significado. Aquí los elementos del absurdo toman la forma de diálogos no secuenciales, situaciones sin sentido, personajes extraños y entornos irreales. Un teatro del absurdo que se manifiesta en sínodos sobre la sinodalidad, activistas radicales elegidos teólogos por el magisterio, Pachamama elevada al rango de Theotókos, administradores apostólicos que reemplazan a los obispos excesivamente católicos, prelaturas personales rebajadas al rango de asociaciones religiosas, una conferencia episcopal que financia los desembarcos clandestinos  (...). Mientras  la fractura entre conservadores y progresistas crece (¡la brecha nunca ha sido tan fuerte desde el Concilio Vaticano II hasta hoy,  hasta el punto de que existe el riesgo de llegar a un punto de no retorno, especialmente con la Iglesia alemana!), aparecen documentos sobre la «preservación de las cenizas tras la cremación»  y declaraciones surrealistas del Santo Padre: «preparé mi tumba fuera de San Pedro».  Y con esta última declaración, el teatro del absurdo iniciado en Santa Marta parece encontrar su epílogo en Santa María la Mayor. En definitiva, parece una obra de Samuel Beckett, donde los protagonistas (¿el pueblo de Dios?) esperan en vano la llegada de un personaje llamado Godot (...) sin que haya sucedido nada significativo mientras tanto.

(Fragmento de una nota de MessaInLatino, traducido y adaptado a nuestra lengua)

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