miércoles, 4 de diciembre de 2024

Alegorías de la Inmaculada Concepción

Nos complace compartir una traducción (propia) al español de una nota de Gregorio Di Pippo, publicada el 8 de diciembre del año pasado en New Liturgical Movement.

Las imágenes son de la nota original y están colocadas en el mismo orden.


Alegorías de la Inmaculada  Concepción

José Antolínez, circa 1665


Estoy seguro de que todos nuestros lectores conocen la forma clásica de representar a la Santísima Virgen María como la Inmaculada Concepción, basada en las palabras de San Juan en Apocalipsis 12, 1:  “Y apareció en el cielo una gran señal, una mujer vestida de con el sol y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. Esta tradición fue popularizada especialmente por los pintores barrocos españoles, desde principios del siglo XVII hasta mediados del XVIII, período conocido como el Siglo de Oro Español, en que la devoción a la Inmaculada Concepción era especialmente fuerte. El manto blanco representa el estado inmaculado de su naturaleza humana, mientras que el manto azul que lo cubre representa la dignidad real que proviene de su elección por Dios para ser su Madre. (Muchos de los materiales que producían buenos pigmentos azules eran raros y costosos y, por lo tanto, a menudo se reservaban para las figuras más importantes, lo que los convertía en un color popular para la Virgen María).

Bartolomé Esteban Murillo,   circa 1678

Existe, sin embargo, una tradición iconográfica diferente para la Inmaculada Concepción, una tradición muy compleja que refleja la complejidad del tema y del largo debate de la Iglesia al respecto. Esto se denomina en términos generales Alegoría, en la que las ideas se transmiten principalmente mediante símbolos, y fue una característica destacada de todo tipo de obras en el período artístico que precedió al Barroco, conocido como Manierismo. El arte manierista tiende a ser muy didáctico, como se ve a continuación en el cuadro de Juan de Juanes, en el que cada símbolo está cuidadosamente etiquetado. (Compare esto con los artistas barrocos mencionados arriba, quienes no necesitan usar etiquetas o citas de las Escrituras para que el espectador sepa que está mirando una imagen de la Inmaculada Concepción).

A los manieristas les gustaba multiplicar los símbolos hasta tal punto que se necesitaba una enciclopedia para descifrar sus obras. Esto a menudo crea una impresión de caos, mientras que los propios símbolos frecuentemente se inclinan o caen sobre la línea que separa lo sutil de lo oscuro. Hoy en día tendemos a pensar que el Barroco es un estilo muy recargado, pero los artistas del Barroco se consideraban a sí mismos como simplificadores del arte en comparación con sus predecesores manieristas, y con razón. En pocas palabras, un manierista pintaría muchos símbolos diferentes de la Inmaculada Concepción, mientras que un artista barroco pintaría muchas figuras (hay unos 20 ángeles en el Antolínez de arriba), pero muchos menos tipos de cosas (una mujer, ángeles, flores, una rama de palma y un pájaro.)

En las pinturas religiosas, estos símbolos suelen estar extraídos de la Biblia y, en una alegoría de la Inmaculada Concepción, del Cantar de los Cantares en particular. Las diversas letanías de la Virgen María fueron otra fuente popular. (La forma que ahora llamamos Letanía Lauretana es una entre muchas, y no es la más antigua).

Techo con paneles de madera de la basílica romana de Santa María en Domnica, realizado en la época del Cardenal Giovanni de Medici, quien ostentó el título de esta iglesia desde 1489 hasta su elección al papado en 1513, con el nombre de León X. Cada sección representa un título de la Virgen María de una forma temprana de la Letanía  Lauretana.
(Foto de Jacob Stein)

La elección del símbolo también se inspiró a menudo en textos utilizados en los debates teológicos sobre la Inmaculada Concepción. Estos debates se volvieron especialmente vívidos a finales del siglo XV, ya que los dominicos, que tenían una presencia importante en todas las facultades teológicas principales (y en muchas de las menores) se oponían en su mayoría a la doctrina. La Enciclopedia Católica señala que, en reacción, “en 1497 la Universidad de París (durante mucho tiempo la más prestigiosa de Europa ) decretó que en adelante nadie debería ser admitido... si no juraba que haría todo lo posible para defender y afirmar la Inmaculada Concepción de María. A París le siguieron varias otras universidades, incluidas las inglesas y las dos más antiguas del Nuevo Mundo, en Lima y Ciudad de México, ambas fundadas en 1551.

El cuadro que me interesó en este tema se llama “Dios Padre pintando la Inmaculada Concepción”, realizado en 1659 por el artista siciliano Matteo Cristadoro. Nació en Agrigento alrededor de 1635, pero parece que se desconoce la fecha de su muerte. La pintura fue encargada por la abadía benedictina de San Martino delle Scale, cerca de Monreale. Este enfoque específico del tema se inspira en la aplicación litúrgica que hace la Iglesia de la figura de la Sabiduría en el Antiguo Testamento a la Virgen, como en la Epístola de la Misa de hoy⁣¹, Proverbios 8, 22-35: “El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre. Yo fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra”.

Matteo Cristadoro (1659)


Esta tradición se refleja también en la bula Ineffabilis Deus, por la que el Beato Papa Pío IX proclamó formalmente la definición del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854: “Desde el principio, y antes de los tiempos, el Padre eterno eligió y preparó para su Hijo unigénito una Madre en la cual el Hijo de Dios se convertiría en Dios encarnado y de quien, en la bendita plenitud de los tiempos, nacería a este mundo”.

Mientras Dios pinta a la Virgen, que está de pie sobre una rosa (“rosa mística” de la letanía), los santos Joaquín y Ana, sus padres, sostienen el lienzo para Él. Entre ellos, un ángel encadena al diablo, mientras otros ángeles hacen pinturas para Dios a partir de materiales de este mundo y se las pasan a Él en el cielo. Otros ángeles suministran la corona y el cetro de María, la corona de doce estrellas del Apocalipsis y un lirio, símbolo de pureza. El ángel en la parte superior derecha sostiene una banderola con las palabras del Salmo 45, que se lee en los maitines de las fiestas marianas: "Venid y ved las obras de Dios".

En el momento en que se hizo esto, el manierismo había sido completamente suplantado por el barroco durante décadas en los principales centros artísticos como Roma y Bolonia, y a los ojos sofisticados de los contemporáneos de Cristadoro en, digamos, la corte papal, esto habría parecido tan anticuado como a nosotros nos lo parece una película como Casablanca. 

La composición es bastante caótica, no tanto por el número de figuras (26), sino por el hecho de que casi todas están en movimiento. Colores vivos contrastan por doquier, como el azul del manto de la Virgen sobre el fondo gris del lienzo, o el manto de Joaquín, que destaca como casi lo único rojo del cuadro. La banderola se remonta al enfoque más antiguo y obviamente didáctico típico de los manieristas, y la pintura de Dios como pintor es muy típica de su tendencia autorreferencial (una reacción al naturalismo del Renacimiento) a inspirarse en el arte, en lugar de en la vida.

Un ejemplo más antiguo y obvio de alegoría, realizado hacia 1535-40, proviene del prolífico pintor español Vicente Juan Masip, también conocido como Juan de Juanes, (1507-79). Mientras la Trinidad corona a la Virgen María, vestida de blanco y azul, las banderolas a ambos lados nos dan una de las citas bíblicas más frecuentemente aplicadas a la Inmaculada Concepción, Cantar de los Cantares 4, 7: “Tú eres toda hermosa, amada mía, y no hay mancha en ti”. (Este es el versículo del Aleluya de la Misa de hoy). Otro se despliega a sus pies: “hermosa como la luna” (6, 9), y ocho símbolos se muestran a cada lado de Ella: “elegida como el sol” (ibid.), “estrella del mar” (del himno de la Virgen de Vísperas), etc.

Juan de Juanes


El repertorio simbólico de este artista desconocido que trabajó en México en la segunda mitad del siglo XVI es casi idéntico.


Anónimo


Aquí vemos el panel central de un políptico italiano pintado en Savona, en la región italiana de Liguria, a principios del siglo XVI, de artista desconocido; los símbolos alrededor de la Virgen se han reducido a 15, quizás en referencia a las decenas del Rosario.

Anónimo

El didactismo de los manieristas llega a un extremo en esta pintura de 1616 de Juan de las Roelas (1570 ca. 1625), en la que los símbolos mismos han sido reemplazados en gran medida (no del todo) por textos, amablemente señalados por un vertiginoso número de personas.

Juan de las Roelas (1616)

El artista mexicano Baltasar de Echave Ibía (ca. 1585  – 1644), quien evidentemente no tiene problema en encontrar pigmentos azules, inspirado también en el dragón de Apocalipsis 12, incorpora la tradición de que las palabras del Génesis 3, 15 “pondré enemistad entre ti y la mujer, y tu descendencia y su simiente” se refieren a la Inmaculada Concepción como el comienzo del triunfo de Dios sobre el diablo. Este es un motivo que hoy damos por sentado, pero no se incorporó formalmente a la liturgia romana hasta que el Beato Pío IX promulgó una nueva forma del Oficio Divino de la Inmaculada Concepción en 1863.    

 Baltasar de Echave Ibía 

Finalmente, podemos señalar esta inteligente interpretación del tema (ca. 1570) por parte de Luca Mombello (1518-88),  pintor del norte de Italia, en el que la Virgen María, sosteniendo al Niño Jesús, simplemente reemplaza a Eva en el Jardín del Edén.

Luca Mombello (circa 1570)

¹ Se refiere al uso anterior a las reformas postconciliares


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