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Obelisco de la Plaza de San Pedro y detalle (abajo) |
En esta tercera y última entrada de la serie dedicada al león en el simbolismo cristiano, nos ocuparemos —siguiendo sobre todo a Charbonneau-Lassay ¹— de tres aspectos (de entre otros también interesantes): el león como emblema de la resurrección, de las dos naturalezas de Jesucristo, y del Verbo Divino.
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Frente de la iglesia del Sagrado Corazón (Capuchinos) de Córdoba Entre otros animales, puede verse un león (foto propia) |
1) En la Edad Media se creía que la leona paría leones que parecían nacidos muertos. Durante tres días, los cachorros no daban señales de vida, pero al tercer día volvía el león y les daba vida con su aliento. Referencias a ello se dan en varios autores de la antigüedad, incluyendo varios Padres de la Iglesia.
Era natural que a partir de esa (falsa) creencia el león, en el arte cristiano, se convirtiera en emblema de Jesucristo en cuanto Señor resucitado, y también en cuanto autor y principio de nuestra futura resurrección. La muerte aparente del pequeño león representaba la estancia de Jesucristo en el sepulcro, y su "renacimiento" era como una imagen de la resurrección.
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Atis Bar (Perú 1024) (foto propia) |
2) Por otra parte, el león se tomó como emblema de las dos naturalezas de Jesucristo. Los antiguos estaban de acuerdo en afirmar que todas las cualidades activas del león están localizadas en su parte delantera (cabeza, cuello, pecho y zarpas anteriores), mientras que parte trasera tan sólo tenía función de sostén, de punto de apoyo terrestre. Esto coincide coincide con las concepciones alegóricas que se han atribuido a los centauros y los grifos.
Partiendo de este dato, hicieron de la parte delantera del león el emblema de la naturaleza divina de Cristo, y de la parte posterior del animal, la imagen de su humanidad: Anterioribus partibus coeletia refert, posterioribus terram.
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Representación de San Marcos en la Catedral de La Rioja (foto propia) |
3) Finalmente, algunos escritores místicos han visto en el rugido del león la imagen de la poderosa palabra de Cristo, del Verbo de Dios, y de su incomparable fuerza de expansión. La formidable voz que resuena en las inmensas extensiones de los desiertos puede servir de imagen para representar la voz de Dios, que ha ido hasta los extremos infinitos de todos los espacios para ordenar el movimiento, el orden y la vida.
Oseas había predicho esa voz sin igual: «Ellos irán detrás del Señor; él rugirá como un león, y cuando se ponga a rugir, sus hijos vendrán temblando del Occidente» (Oseas 11, 10). Joel, por su parte, afirma: «El Señor ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz: ¡tiemblan el cielo y la tierra!» (Joel 4, 16).
Mas tarde, la liturgia latina de Adviento se servirá de los mismos términos al hablar del Salvador: «De Sion rugiet et de Ierusalem dabit vocem suam».
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"Yo soy rey": Cristo con símbolos de realeza, entre ellos el león |
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Centro Cultural Manzana de la Rivera (Asunción) (foto propia) ---------- ¹ "El Bestairio de Cristo", volumen 1 |
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