¿Han notado que el saludo litúrgico «El
Señor esté con ustedes» es cambiado, con frecuencia, por la anodina afirmación “El Señor está con ustedes”?
“El Señor esté con ustedes” —con el
verbo en Modo Subjuntivo— expresa un saludo, un anhelo; en cambio “El Señor
está con ustedes” —en Modo Indicativo— es una mera afirmación... Es como si
en lugar de decir “Buenos días” dijéramos “Hoy es un buen día”. ¡No es lo
mismo!
Sabemos, claro, que el Señor está con
nosotros. Pero la función del saludo del Celebrante no es constatar una
realidad, sino expresar un augurio. El padre Guillermo Gier S.V.D., en un
librito titulado “¡Vive tu misa!”, afirma: «Este
saludo significa lo mejor que se puede desear a un ser querido. ¡El Señor sea
con vosotros, os bendiga, os colme de gracias, os proteja, os ayude y os
haga felices!». La repetición que de este saludo se hace durante la misa,
agrega, significa que es «el ardiente deseo de la Iglesia que el Señor esté y
permanezca con todos sus hijos» (1).
Por otra parte, “El Señor esté con
ustedes” es un saludo que proviene de la Biblia (Rut 2, 4), similar a “La paz esté con ustedes”
(Jn 20, 19.21) y otros del mismo tenor.
También las cartas de San Pablo están
llenas de exhortaciones y deseos en Modo Subjuntivo.
Leerlas en Modo Indicativo alteraría el sentido de sus frases y produciría
un efecto casi cómico...
En el Ordinario de la Misa hay
numerosos ejemplos de verbos en Modo Subjuntivo, que expresan igualmente un
deseo, un buen augurio, o invocan una especial protección o bendición del
Señor: “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros
pecados y nos lleve a la vida eterna”, “La bendición de Dios... descienda
sobre todos ustedes”, etcétera.
Lo mismo debe decirse de muchos otros textos litúrgicos. No tendría sentido, por ejemplo, que el Celebrante dijera al comienzo del Prefacio: “El Señor está con ustedes”, y añadiera: “Levantamos el corazón”, “Damos gracias al Señor, nuestro Dios”. Tampoco tendría sentido, al final de la misa, que el sacerdote afirmara que “La bendición de Dios... desciende... sobre ustedes”. Porque lo que está haciendo el Celebrante no es afirmar o relatar algo (que es obvio), sino desear algo a los fieles: “¡Que la bendición de Dios... descienda sobre todos ustedes!”.
Lo mismo debe decirse de muchos otros textos litúrgicos. No tendría sentido, por ejemplo, que el Celebrante dijera al comienzo del Prefacio: “El Señor está con ustedes”, y añadiera: “Levantamos el corazón”, “Damos gracias al Señor, nuestro Dios”. Tampoco tendría sentido, al final de la misa, que el sacerdote afirmara que “La bendición de Dios... desciende... sobre ustedes”. Porque lo que está haciendo el Celebrante no es afirmar o relatar algo (que es obvio), sino desear algo a los fieles: “¡Que la bendición de Dios... descienda sobre todos ustedes!”.
Imaginemos que aplicáramos ese mismo
criterio al Padrenuestro: “Padre nuestro que estás en el cielo: santificado es tu nombre, viene a nosotros tu Reino, se
hace tu voluntad en la tierra como en el cielo...”. ¿No suena ridículo?
O imaginen cómo sonarían de absurdos los saludos de Navidad y de Año Nuevo si utilizáramos el mismo criterio de emplear el indicativo en lugar del subjuntivo...
O imaginen cómo sonarían de absurdos los saludos de Navidad y de Año Nuevo si utilizáramos el mismo criterio de emplear el indicativo en lugar del subjuntivo...
En un interesante folleto titulado
“Cómo no decir misa”, puede leerse lo siguiente: «Sustituir la fórmula del saludo por una simple declaración (“El Señor
está con vosotros”) es tratar a los fieles reunidos... como si... fueran ignorantes» (2). Claro: porque “los fieles reunidos” ya
sabemos que el Señor está con nosotros... Lo que queremos —porque nunca está
de más— es que nos lo vuelvan a desear, de todo corazón, en los momentos en que
lo indica la Liturgia...
El Centro Nacional de Pastoral
Litúrgica de Francia también se ocupa del tema:
«La fórmula “El Señor esté con ustedes”, heredada del judaísmo, trata de
establecer una relación entre el Señor y la asamblea (al principio de la celebración)
o de reactivar la relación establecida (antes del Evangelio, en el diálogo
inicial de la Oración eucarística, antes de la bendición final). [...] Militaría
a favor del indicativo el hecho de que el Señor está en efecto ya presente
cuando el presidente pronuncia la fórmula (...). El Señor, claro, está “con
ustedes”. Sin embargo, la fórmula dice «El Señor esté...». Es que aquí se trata
de un deseo. (...) El indicativo, en efecto, se limita a constatar una
realidad. Dice “el Señor está” y se limita a su afirmación, mientras que el
subjuntivo abre la posibilidad de una presencia siempre en aumento. Como toda
acción simbólica, la fórmula del subjuntivo abre la relación al otro, al Otro.
Por otra parte, ¿quién de nosotros al saludar a otro no emplea el subjuntivo?
“Que estés bien”, “que tengas un buen día”, “que te mejores”. Más profundamente
todavía, la fórmula en subjuntivo expresa una de las características del
ministerio de la presidencia en la liturgia. Por su ordenación, el ministro
representa sacramentalmente a Cristo. Es, pues, administrador de los bienes
espirituales y no su propietario. Por esta fórmula litúrgica abre, pues, a la
asamblea la posibilidad de que el Señor venga y aumente su presencia» (3).
«¡Y con tu espíritu!»
El saludo que estamos analizando es un
acto litúrgico mucho más rico de lo que su brevedad dejaría entrever. ¡Pero
todavía no dijimos nada de su respuesta! La frase “Y con tu espíritu” está
tomada de San Pablo (2 Tim 4, 22): “El Señor Jesucristo sea con tu espíritu”:
«es decir —añade el padre Gier en la obra mencionada— con toda tu vida, con tu
corazón y con todos tus sentimientos» [Gier, op. cit, pág. 66].
En relación con esta respuesta, el
teólogo persa Narsai de Nísibe, del siglo V, nos dice en su primera homilía:
«El pueblo responde con amor al sacerdote diciendo: “¡Contigo, y con el
espíritu sacerdotal que posees!”. Llama “espíritu” no al alma que está en el
sacerdote, sino al espíritu que recibió por la imposición de las manos. Por
ella, el sacerdote recibe el poder del Espíritu, por el que es capaz de
realizar los Misterios...».
En suma: últimamente –lo decimos con preocupación– los sacerdotes ya no nos saludan. Usar el Indicativo en vez del Subjuntivo es no saludar. Pero como un saludo no se le
niega a nadie, nos encantaría que los sacerdotes volvieran a saludarnos: «¡El
Señor esté con ustedes!».
¿No les parece que es una buena idea?
¿No les parece que es una buena idea?
(1) [Guillermo Gier SVD: ¡VIVE TU MISA! EXPLICACIÓN DE LA SANTA MISA COMO LA REZA EL SACERDOTE. Versión Libre por el R.P. Santiago Lichius S.V.D. (Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1945), pág. 42/43].
(2) [Dennis C. Smolarski SJ: CÓMO NO DECIR MISA. (Barcelona, Centre de Pastoral Litúrgica. s.f.), pág. 39].
(3) [Centro Nacional de Pastoral Litúrgica de Francia: Del buen uso del saludo. Publicado en “Actualidad Pastoral”]
(4) [Gier, op. cit, pág. 66].
(4) [Gier, op. cit, pág. 66].
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