miércoles, 26 de mayo de 2021

La Iglesia prescindible

En "Carta sobre el humanismo" Heidegger evoca una anécdota atribuida al profundo y oscuro Heráclito. Varios forasteros, ansiosos por encontrarse con el sabio, llegan a visitarlo, pero con gran sorpresa se encuentran con que el gran pensador se encuentra, sencilla y vulgarmente, calentándose junto a un fuego:

El grupo de los visitantes forasteros se encuentra en un primer momento decepcionado y desconcertado cuando en su intromisión llena de curiosidad por el pensador reciben la primera impresión de su morada. Creen que deberían encontrar al pensador en una situación que, frente al modo habitual de vida del resto de la gente, tuviera la marca de lo extraordinario y lo raro y, por ende, emocionante. (...) Los forasteros que van a visitar al pensador tal vez esperan sorprenderlo precisamente en el instante en que, sumido en profundas reflexiones, piensa. (...)
En lugar de todo esto, los curiosos se encuentran a Heráclito junto a un horno de panadero. Se trata de un lugar de lo más cotidiano e insignificante. Es verdad que ahí se cuece el pan. Pero Heráclito ni siquiera está ocupado en esa tarea. Sólo está allí para calentarse. De modo que delata en ese lugar, ya de suyo cotidiano, lo elemental que es su vida. La contemplación de un pensador friolento presenta poco interés. Y por eso, ante ese espectáculo decepcionante, los curiosos también pierden enseguida las ganas de llegarse más cerca. ¿Qué pintan ahí? Una situación tan cotidiana y sin atractivo como que alguien tenga frío y se acerque a un horno es algo que ya pueden encontrar todos en sus casas. Así que, ¿para qué molestarse en ir en busca de un pensador? Los visitantes se disponen a volver a marchar.

La anécdota parece  apropiada para describir el estado actual de la Iglesia. En estos tiempos difíciles, como siempre, quienes se acercan a visitar a la Esposa de Cristo esperan recibir de ella un mensaje profundo y decisivo sobre el hombre y sobre su destino eterno, sobre Dios, sobre el pecado y la gracia, sobre la virtud y sobre la vida eterna. «En lugar de todo esto, los curiosos» encuentran a la Iglesia preocupada por cuestiones menores e insustanciales. Como ocurre con el pensador del relato,  quienes se acercan a la Iglesia se sienten decepcionados, muchas veces, porque está ocupada en situaciones "tan cotidianas y sin atractivos", tan "insignificantes", que sienten ganas de marcharse.

Permítasenos algunos ejemplos.

«Las legumbres son un alimento noble con enorme potencial para reforzar la seguridad alimentaria a nivel mundial. Carecen de soberbia y no reflejan lujo, al tiempo que constituyen un componente esencial de las dietas saludables».

El autor de esta frase no es un vegano empedernido, un funcionario de la F.A.O. o un difusor de las bondades de las huertas urbanas. Quien escribió lo que acabamos de leer es el papa Francisco, Vicario de Cristo, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal. «La contemplación de un pensador friolento», igual que la de un Papa preocupado por las lentejas y los porotos, «presenta poco interés».

El fenómeno no es nuevo, pero ha tomado una dimensión extraordinaria en la última década, por decir un plazo. En efecto, volcada la Iglesia hacia cuestiones mundanas o comprometida con causas meramente terrenales, termina decepcionando al que busca en ella «la marca de lo extraordinario».

Otro ejemplo. La frase que sigue puede leerse en la encíclica Laudato Si':

«Los hábitos dañinos de consumo (...)  no parecen ceder sino que se amplían y desarrollan. Es lo que sucede, para dar sólo un sencillo ejemplo, con el creciente aumento del uso y de la intensidad de los acondicionadores de aire».

¿A título de qué un Papa debe opinar ¡en una encíclica! sobre el uso de acondicionadores de aire? Se trata de un tema «de lo más cotidiano e insignificante» comparado con el fin del hombre y con su destino eterno. Seguramente hay expertos en ecología, en el supuesto "calentamiento global", en el supuesto "cambio climático", que pueden opinar con fundamento al respecto. Pero, ¿qué hace la Iglesia metida a hablar de estos temas? Los forasteros que se acercan a la Iglesia para escuchar "palabras de vida eterna", ante este despropósito «se disponen a volver a marchar».

En el ámbito de la Liturgia, la situación se torna evidentemente escandalosa. Desde hace varias décadas, muchos cristianos (sacerdotes y laicos) se empecinan en hacer de la misa algo tan cotidiano, festivo, horizontal, rampante y vulgar, que la convierten en un «espectáculo decepcionante», ante el cual «los curiosos también pierden enseguida las ganas de llegarse más cerca». Los resultados están a la vista de quien quiere verlos.


Una Iglesia que habla de frijoles y de equipos de refrigeración,  que rinde culto a  la Pachamama,  cuyas celebraciones son ruidosas, improvisadas  y pedestres, que desprecia la belleza,  que habla más de la "Madre Tierra" que del Padre del cielo,  que ya no habla del pecado; una Iglesia cuya Liturgia es un show más que un culto piadoso al Dios vivo y verdadero... es una Iglesia totalmente prescindible.   

«Así que, ¿para qué molestarse en ir en busca» de esa Iglesia insustancial y vulgar?  

«Los visitantes se disponen
a   volver  a marchar».

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