La revista Jauja, dirigida por Leonardo Castellani, apareció entre 1967 y 1969. En su número 2, publicado en febrero de 1967, aparecía esta nota que hoy compartimos. Gobernaba la Iglesia en ese entonces Pablo VI. Más de medio siglo después, y tras haber experimentado las vicisitudes de los pontificados de sus cuatro sucesores, incluyendo el Papa actual, las palabras de este artículo se revelan proféticas a veces y equivocadas otras, pero inquietantes siempre.
1) En primer lugar, la cita bíblica correcta con la que empieza la nota es 2 Tes 2, 1-8:
Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado.
Que nadie los engañe de ninguna manera. Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios.
¿No recuerdan que cuando estuve con ustedes les decía estas cosas?
Ya saben qué es lo que ahora lo retiene, para que no se manifieste sino a su debido tiempo. El misterio de la iniquidad ya está actuando. Sólo falta que desaparezca el que lo retiene, y entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el resplandor de su Venida.
Mi idea es: ¿y si el katejón es cierta disposición natural, cierto esquema mental, que hace al hombre capaz de recibir la Revelación? Cosas como el sentido de lo sagrado (que sea hacia Zeus u Odín no importa, ya recibirán al Dios verdadero). El sentido del pecado, con la noción de sacrificio reparador que le está unida, y la noción de culto sagrado también conexa. La noción misma de Dios, un otro frente a nosotros que puede, por su misma condición, hacernos exigencias absolutas, y la actitud de veneración que genera. Cierta moral natural, cosas tan básicas como la atracción por el otro sexo, y no el propio. La capacidad de maravillarse ante la naturaleza, con el espíritu de contemplación que va de la mano. El saber que los sentimientos no pueden ser la brújula de nuestras vidas.Si nada de eso existe, y ya está casi por completo removido, ¿qué se puede entender realmente de Dios? Por más predicación que haya. Los problemas litúrgicos, ¿no son consecuencia de sencillamente no entender qué es la liturgia, qué pasa en ella, a quién se dirige?
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