miércoles, 20 de abril de 2022

"Pedir al clero actual que respete la liturgia de la Iglesia es una pérdida de tiempo"

Denis Crouan, de origen francés, fue el fundador y presidente, desde los años 80, de la organización Pro liturgia, que promovía “la Misa como verdaderamente la concibió el Vaticano II”,  es decir, con latín, canto, ad orientem, etcétera. 



En una nota que publicó en inglés, en enero pasado, el sitio New Liturgical Movement bajo el título "Un paladín de la 'reforma de la reforma' tira la toalla",  se informa que Crouan, después de más de 30 años de luchar por ese objetivo, ha declarado que tales esfuerzos son una “pérdida de tiempo”, y finalmente se ha rendido. El siguiente artículo es su 'Mensaje Final' en el sitio, donde explica los motivos de su decisión de poner fin a las actividades de Pro liturgia.  

La traducción al español que ofrecemos aquí está basada en la versión original en francés,  teniendo a la vista también la versión inglesa publicada por NLM (proporcionada, como allí se informa, por  Jerome Stridon). La ilustración es la original del artículo.

Pedir al clero actual que respete la liturgia de la Iglesia es una pérdida de tiempo: con una obstinación a menudo unida a una profunda falta de cultura, quienes ocupan los lugares desde los que se supone que deben enseñar, preceder y conducir a los fieles -en todos los niveles de la Iglesia, desde el Papa hasta un simple párroco- parecen querer sabotear sistemáticamente el culto divino, de una manera que sigue siendo completamente incomprensible.

Debemos separarnos de ese clero que desde hace años trata de imaginar, con inexplicable perseverancia, celebraciones litúrgicas que sólo reúnen a conformistas ingenuos e irreflexivos que anteponen su necesidad de convivencia y sentimentalismo a cualquier preocupación por las verdades de la fe y el sentido litúrgico, hasta el punto de olvidarlos, o incluso negarlos, y privar de ellos a quienes los necesitan.

Debemos dejar atrás un clero y unos feligreses cuyas actitudes son alentadas y compartidas por obispos que se desvían hacia lecturas sesgadas de los textos magisteriales (como lo demuestran sus formas de leer y aplicar tanto el Concilio Vaticano II como el Motu Proprio “Traditionis custodes” del Papa Francisco).

Quienes deseen seguir haciendo pulseritas de la amistad, rellenando libros para colorear y cantando tonterías en misas que alternan entre cursis y sosas,  que lo hagan con total libertad: no transmitirán nada a las generaciones futuras.

 

Quienes deseen aferrarse a casullas rígidas o a albas de encaje, como signos de identidad de celebraciones falsamente “tradicionales”, que lo hagan si les parece de su agrado: en estos días, todas las formas de celebrar la liturgia deben considerarse aceptables.

Que los obispos que quieran ser heraldos de una pastoral superficial que nunca ha producido nada lo hagan, si les da la sensación de estar a la altura de su misión: las extravagancias de las que son capaces y que nos asombran aún no se han agotado.

Que el Papa Bergoglio esté más interesado en Lutero y la Pachamama que en la doctrina y la moral de la Iglesia es su elección: una elección que todos tienen derecho a considerar lamentable y más que arriesgada. 

En todo caso, todo esto, esta forma en que se presenta la Iglesia y su liturgia, ya no presenta ningún interés a los simples fieles que quieren escapar de las traiciones de un clero que se contenta con la gestión de parroquias vacías donde sólo pululan “laicos comprometidos” que pretenden “animar” liturgias que son, en el mejor de los casos, sopas tibias tragadas con espíritu de sacrificio, y, en el peor, venenos para la paz interior y el equilibrio psicológico.

Por supuesto, quedan remansos de paz, como los monasterios que han resistido los vientos del modernismo y han recibido y aplicado el Vaticano II con fe e inteligencia. Pero un monasterio, aunque pueda ser un lugar ocasional de renovación,  no es el santuario parroquial que los fieles laicos deben frecuentar normalmente, y donde deben estar seguros de poder vivir y alimentar su fe en el silencio y la contemplación.

Para salir de esta situación eclesial, que se ha vuelto delirante y tóxica hasta el punto de dañar la paz interior y la fe católica, hemos debido poner fin a la “aventura” de Pro Liturgia. La situación actual no tiene futuro y es sostenida por un clero en parte errático y unos laicos que han aceptado estar tan desorientados que ya no cuestionan lo que están obligados a hacer durante la Misa. Por lo tanto, esta situación exigía una tal decisión de parte nuestra. 

La consigna de nuestros obispos es que las Misas no deben ser confiadas ni a los “tradicionalistas” ni a los fieles que respetan las decisiones del Vaticano II sobre la liturgia, sino solo a aquellos que abusan del culto divino. Por lo tanto, tratar de tener una conversación con estos pastores mitrados, cuya lógica es impenetrable, es una pérdida de tiempo (y a veces incluso de la fe). 


Más allá de las circunstancias particulares que motivan el artículo,  es notorio que una sensación similar a la que transmite el autor experimentamos todos los queremos una Liturgia celebrada  como lo quiere la Iglesia. Es incomprensible la soberbia "obstinación" -pese al fracaso evidente de su modo de actuar- de quienes "parecen querer sabotear sistemáticamente el culto divino".

No hay comentarios:

Publicar un comentario