miércoles, 11 de octubre de 2023

"La nueva religión de la sinodalidad"

Ofrecemos hoy una traducción (y leve adaptación) de una nota publicada hace pocos días en Crisis Magazine. Se titula "la nueva religión de la sinodalidad" y está firmada por Eric Sammons. Se aclara al pie de la versión original: "Este artículo fue adaptado de una charla pronunciada en Catholic Identity Conference el 30 de septiembre de 2023".


El tan esperado (y temido) “Sínodo sobre la sinodalidad” ha comenzado, y tal vez sea mejor hacer una pregunta básica, que es a la vez obvia y oscura:

¿Qué es exactamente la “sinodalidad”?

Si los líderes de la Iglesia creen que es importante dedicar tanto tiempo y (nuestro) dinero a abordar la sinodalidad, ¿no querrían también que los católicos tuvieran claro de qué están hablando? Sin embargo, en todas mis conversaciones con compañeros católicos, tanto en línea como en la vida real, descubrí que casi nadie puede dar una definición sencilla de sinodalidad.

Para ser justos, el sitio web oficial del Vaticano sobre el sínodo da una definición. Afirma:

La sinodalidad denota el estilo particular que califica la vida y la misión de la Iglesia, expresando su naturaleza de Pueblo de Dios que camina y se reúne en asamblea, convocado por el Señor Jesús con el poder del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. La sinodalidad debe expresarse en la forma ordinaria de vivir y trabajar de la Iglesia.

La sinodalidad, en esta perspectiva, es mucho más que la celebración de reuniones eclesiales y asambleas episcopales, o una simple cuestión de administración interna dentro de la Iglesia; es el modus vivendi et operandi específico de la Iglesia, Pueblo de Dios, el que revela y da sustancia a su ser como comunión cuando todos sus miembros caminan juntos, se reúnen en asamblea y participan activamente en su misión evangelizadora.

Mis disculpas: me doy cuenta de que incluir esta definición serpenteante ha causado que aproximadamente la mitad de mis lectores caigan en un estado de estupor y tengan los ojos vidriosos tras leer apenas dos oraciones. La definición es pura “vaticanez”, un cruce entre un manual burocrático del gobierno y un manual loco de la Nueva Era. Son muchas palabras que, en conjunto...  no significan nada.

Sin embargo, esto es adrede, ya que al no decir nada se puede hacer que una palabra signifique cualquier cosa. La “sinodalidad” se convierte así en una fachada para implementar cambios fundamentales en el catolicismo. El uso de términos como “caminar juntos” y “reunirse en asamblea” le pone una carita feliz a la deconstrucción radical de la fe católica. Lea: “¡Podemos tomarnos de la mano en el camino al infierno!”.

Es importante que seamos claros acerca de la amenaza de la sinodalidad, que se esconde en ambigüedades mientras apunta a reconstruir la Iglesia. Esta confusión en torno a la sinodalidad se aborda en una de las dubia más recientes presentadas al Papa y hechas públicas (...) por cinco cardenales, incluidos los cardenales Zen, Burke y Sarah. Le preguntan al Papa Francisco:

Usted ha insistido en que la Iglesia tiene una dimensión sinodal, en la que todos, incluidos los fieles laicos, están llamados a participar y hacer oír su voz. Nuestra dificultad, sin embargo, es otra: el futuro Sínodo sobre la “sinodalidad” se presenta como si, en comunión con el Papa, representara la Autoridad Suprema de la Iglesia. Sin embargo, el Sínodo de los Obispos es un órgano consultivo del Papa; no representa al Colegio de Obispos y no puede resolver las cuestiones tratadas en él ni emitir decretos sobre ellas, a menos que, en ciertos casos, el Romano Pontífice, a quien corresponde ratificar las decisiones del Sínodo, le haya concedido expresamente facultad deliberativa (cf. can. 343 C.I.C.). Se trata de un punto decisivo en la medida en que no involucrar al Colegio Episcopal en cuestiones como las que pretende plantear el próximo Sínodo, que afectan a la constitución misma de la Iglesia, iría precisamente en contra de la raíz de esa sinodalidad, que pretende quiere promocionar. Reformulemos, pues, nuestro dubium: ¿el Sínodo de los Obispos, que se celebrará en Roma y que sólo incluye una representación escogida de pastores y fieles, ejercerá, en las materias doctrinales o pastorales sobre las que estará llamado a expresarse, la Suprema Autoridad de la Iglesia, que pertenece exclusivamente al Romano Pontífice y, una cum capite suo, al Colegio Episcopal (cf. can. 336 C.I.C.)?

 

Esencialmente, estos fieles cardenales se preguntan: "¿Es ahora el Sínodo la máxima autoridad de la Iglesia, capaz de cambiar la doctrina de la Iglesia?". Sabemos (y esos cardenales lo saben) que la única respuesta católica a esta pregunta es “no”. Sin embargo, al formularla, plantean el meollo de la cuestión: ¿es la sinodalidad un “estilo particular” o es una religión completamente nueva? Yo diría lo último. Para entender esto, necesitamos definir adecuadamente la sinodalidad: no lo que el Vaticano dice que es, sino lo que realmente es en la práctica. Una definición adecuada nos ayudará a atravesar la niebla creada intencionalmente, para poder ver la realidad. Antes de dar una verdadera definición, me gustaría decir qué no es la sinodalidad.

La sinodalidad no son los sínodos de la Iglesia primitiva. Esos sínodos eran reuniones de obispos, generalmente de una región geográfica limitada, para abordar disputas y cuestiones que habían surgido dentro de las iglesias locales. No fueron un esfuerzo por redefinir o cambiar ninguna enseñanza de la Iglesia, sino por aclarar y aplicar las enseñanzas que se habían transmitido, o imponer disciplinas.

A veces, estos sínodos abordaron temas importantes y, por lo tanto, incluyeron a toda la Iglesia, haciéndolos “ecuménicos” (...) [es decir] “universales” (...). Estos sínodos o concilios eran órganos oficiales del magisterio de la Iglesia y, por tanto, podían definir solemnemente la enseñanza de la Iglesia. Todos los obispos fueron invitados y ningún sacerdote o laico tuvo derecho a voto en esos concilios.

La sinodalidad actual tampoco es la de los sínodos de las iglesias orientales, que siguen el mismo patrón que los de la Iglesia primitiva. El obispo greco-católico Manuel Nin ha explicado que no se puede comparar razonablemente el Sínodo sobre la sinodalidad con los sínodos orientales. Advierte que el Sínodo sobre la sinodalidad es más bien una forma de “parlamentarismo cristiano” que se convierte en “una forma de democracia en la que todos deciden todo según las reglas de la mayoría”. Semejante metodología es ajena al catolicismo, ya sea oriental u occidental.

 

Entonces, ¿qué es la sinodalidad?  La sinodalidad es el esfuerzo por transformar el catolicismo en una nueva religión en la que la verdad y el error, el vicio y la virtud sean tratados como cosas sobre las que sus miembros pueden votar. 

El concepto de sinodalidad es atractivo en el mundo actual porque responde a presupuestos modernos a favor de la democracia y el "no juzgar".  Sin embargo, estas ideas no tienen cabida en la Iglesia Católica, que es una organización jerárquica que se apega a un estricto código moral que le dio el mismo Cristo.

La sinodalidad es el esfuerzo por transformar el catolicismo en una nueva religión en la que la verdad y el error, el vicio y la virtud sean tratados como cosas sobre las que sus miembros pueden votar.

La sinodalidad, entonces, no sólo es ajena al catolicismo; es su antítesis. Está surgiendo como una nueva religión que intenta tomar el control de la Iglesia católica para reemplazar al catolicismo. Vemos las diferencias esenciales entre sinodalidad y catolicismo en la práctica de todos los días:


La sinodalidad dice que debemos dialogar con el error.

El catolicismo dice que la Iglesia nos sacará del error y nos llevará a la verdad.


La sinodalidad dice que el camino a la perfección es sólo un ideal inalcanzable.

El catolicismo dice que Cristo tiene el poder de hacernos perfectos.


La sinodalidad dice: Yo os acompañaré mientras os revolcáis en vuestro pecado.

El catolicismo dice: Cristo te levantará de tus pecados y te limpiará.


La sinodalidad dice que el hombre que deja a su esposa e hijos para casarse con otra mujer debe ser respetado y acompañado.

El catolicismo dice que debe arrepentirse o enfrentar los fuegos del infierno.


La sinodalidad dice que una unión homosexual puede ser bendecida.

El catolicismo dice que no puede haber concesiones ni respaldo al pecado.


La sinodalidad dice que debemos evolucionar y cambiar nuestras doctrinas con los tiempos.

El catolicismo dice que debemos aferrarnos a las tradiciones que nos han sido transmitidas.


La sinodalidad dice que Dios quiere una pluralidad de religiones.

El catolicismo dice que sólo hay una Iglesia verdadera y es la Iglesia Católica, fuera de la cual nadie puede salvarse.


 

Los católicos de hoy deben resistir esta nueva religión de sinodalidad. El obispo Athanasius Schneider, en su oración por el Sínodo, dice que la sinodalidad es “imponer una iglesia falsa” a la “auténtica Iglesia católica”. Como católicos, estamos obligados a permanecer en esa auténtica Iglesia católica y luchar contra cualquier intento de reemplazar al Catolicismo por la sinodalidad.


En cierto sentido, el hecho de que este Sínodo incluya miembros preseleccionados no sólo del episcopado sino también del clero y los laicos aclara las cosas para los católicos. Sabemos por ello que el Sínodo no tiene autoridad real. No puede declarar nuevas doctrinas ni imponer enseñanzas vinculantes a los católicos. Se describe mejor como "una historia contada por un idiota, llena de ruido y furia, que no significa nada". Entonces, como católicos, podemos ignorar cualquier directiva que surja de ello.

Estas palabras son fuertes. Probablemente serían etiquetadas como reaccionarios o “cismáticos” por los promotores de la sinodalidad. Pero son necesarias. Al fin y al cabo, ¿qué religión estableció Nuestro Señor Jesucristo: el catolicismo o la sinodalidad? Como católicos, estamos llamados a ser fieles a Jesucristo y a la religión que él nos dio.


Eric Sammons
Editor en Jefe de Crisis Magazine

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