miércoles, 17 de julio de 2024

La paloma y el cuervo (1 de 3)

En una serie de tres entradas, comenzando hoy, nos ocuparemos del simbolismo bíblico y litúrgico de estas dos aves contrapuestas, la paloma y el cuervo. La nota pertenece a nuestro colaborador Luis Holmes.

Ilustraremos la nota con diversas imágenes, algunas tomadas de la Red, otras propias, y algunas más obtenidas de los libros que sirvieron de bibliografía para este artículo. En estos dos últimos casos se aclara la procedencia.







La paloma y el cuervo

por Luis Holmes



En el mundo antiguo

Por sus costumbres apacibles y su dulzura, la paloma ha sido desde la antigüedad un símbolo de paz, fidelidad conyugal, pureza, simplicidad y resignación. Los documentos más antiguos en torno al culto a la paloma han sido encontrados en Creta, donde desde la época neolítica se modelaban palomas de terracota que servían como exvotos, ídolos o talismanes. Así como en el arte micénico aparecían palomas como motivos decorativos, también aparecen palomas simbólicas entre los hititas, los fenicios, los sirios, los asirios, los babilonios, los filisteos... Los griegos consagraron esa ave a la diosa Afrodita; los romanos, a Venus.


En el mundo paleocristiano

Entre los emblemas que adoptó la Iglesia desde los primeros tiempos, la paloma fue frecuentemente representada en los muros de las catacumbas y en las tumbas de los mártires, en los primeros edificios cristianos y en elementos litúrgicos. En estos lugares representa sobre todo al Espíritu divino, a Cristo y a veces a los fieles; más tarde representó también a la Virgen María. Siempre simbolizó la paz divina y las virtudes de pureza, dulzura, sencillez y resignación.

En este sentido es central la presencia de la paloma en el relato bíblico del Diluvio (Gén 8, 6-11):

Al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca, y soltó un cuervo, el cual revoloteó, yendo y viniendo hasta que la tierra estuvo seca.

Después soltó una paloma, para ver si las aguas ya habían bajado. Pero la paloma no pudo encontrar un lugar donde apoyarse, y regresó al arca porque el agua aún cubría toda la tierra. Noé extendió su mano, la tomó y la introdujo con él en el arca.

Luego esperó siete días más, y volvió a soltar la paloma fuera del arca.

Esta regresó al atardecer, trayendo en su pico una rama verde de olivo. Así supo Noé que las aguas habían terminado de bajar.

Entre los cristianos, y aun antes entre los judíos, surgió naturalmente la idea de convertir al olivo en emblema de la paz, y a la paloma en su mensajera.

Vitral en la sinagoga de la calle Libertad (Bs. Aires)
(foto propia)

La rama de olivo se convirtió entonces en emblema de la paz divina concedida al mundo y, por extensión, de la paz de las almas y entre los hombres; la paloma, con la pacífica rama en el pico pasó a ser emblema de Cristo, desde cuyo nacimiento ("Gloria Deo et pax hominibus")  hasta su despedida ("Pax vobis") aparece como Mensajero y Príncipe de Paz.  

El motivo del arca, con Noé en su borda recibiendo al ave, se repite en el arte cristiano. En la escena, el arca es emblema de la Iglesia; y Noé lo es del alma cristiana a la que el Cristo-Paloma trae su paz, representada por la rama. 

La paloma con la rama vegetal, sin referencias al arca, representa a veces a Cristo otorgando la recompensa al alma del difunto. 


La paloma del Espíritu Santo

La paloma blanca ha sido siempre símbolo del Espíritu Santo, a partir de los relatos evangélicos sobre el bautismo de Jesús:

Mt 3, 16-17: Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

Mc 1, 9-11:  En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.  Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma;  y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección».

Lc 3, 21-22:  Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo, y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección». 

Jn 1, 33-34: Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo".  Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios». 

Bautisterio de la Basílica del Espíritu Santo
(foto propia)

 

La paloma es entonces representada en numerosas obras de arte descendiendo sobre Cristo;  poco después de la Paz de Constantino también comienza a aparecer una paloma en la escena de la Anunciación: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti...». También aparece -ya sin ramo de olivo y por tanto sin referencia directa a Noé y al Diluvio-  guiando la barca de la Iglesia. 


La paloma como símbolo de inspiración divina

También comienza a aparecer la paloma como símbolo de inspiración celestial, como en las representaciones de San Gregorio Magno.

Basílica del Espíritu Santo (Bs. Aires)
(foto propia)


A veces hay siete palomas nimbadas reunidas alrededor de la imagen de Jesucristo, y entonces representan los siete dones perfectos del Espíritu Santo que Jesús prometió enviar a los Apóstoles después de su muerte y resurrección.  También en ocasiones vemos siete palomas alrededor de la Virgen María, que fue el tabernáculo vivo de la Sabiduría encarnada, colmada de los dones dcl Espíritu Santo.


La paloma como emblema de Jesucristo

Aunque menos frecuentemente que como símbolo del Espíritu Santo, la paloma también aparece como representación de Cristo. 

Tras citar la frase evangélica "sean prudentes como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10, 16), Tertuliano (Adversus Valentinianos, III, siglo II) dice: "Christum columba demonstrare solita est": La paloma suele señalar a Cristo.

San Cipriano, en el siglo III (De Unitate Ecclesiae, IX) señala: "In columba venit Spiritus Sanctus animal simplex el laetum non felle amarum": El Espíritu Santo ha venido bajo la forma de la paloma, animal sencillo y alegre, sin amargura en la hiel. 

Y Prudencio, en el siglo IV (Cathemer. hymn,  III vers. 166): "Tu mihi, Christe, columba potens Sanguine pasta cui cedit avis": Tú eres para mí, oh Cristo, la poderosa paloma que hace que ceda el ave saciada de sangre.

Además, el anagrama numérico de la palabra griega περιστέρα, "paloma", ofrece la misma suma que Alfa y Omega.

(Continuará)


Bibliografía:
L. Charbonneau-Lassay, "El Bestiario de Cristo"
Maurice de Cocagnac, "Los símbolos bíblicos"
Luis Monreal y Tejada, "Iconografía del cristianismo"
Madonna Gauding, "La Biblia de los signos y de los símbolos"

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