miércoles, 24 de julio de 2024

La paloma y el cuervo (2 de 3)

Nuestro colaborador Luis Holmes nos acerca la segunda parte de esta nota sobre el simbolismo cristiano de la paloma y de su antítesis, el cuervo.


La paloma y el cuervo (2 de 3)

La paloma y la Eucaristía

Desde tiempos antiguos, en el arte religioso la paloma se puso en relación con el misterio de la Eucaristía. Por ejemplo: una o más palomas picotean un racimo de uvas (el alma cristiana que se alimenta del racimo eucarístico);  una paloma lleva el racimo, sujetándolo por el pedúnculo (Cristo lleva y ofrece su Eucaristía); una o dos palomas llevan del mismo modo una espiga o un grano de trigo (el alma bienaventurada que se alimenta del trigo celestial); una paloma en un cáliz,  adorada por otras  palomas o corderos (Cristo que ofrece la Eucaristía a sus fieles); dos palomas beben en el vaso sagrado, o descansan sobre él (imagen de los cristianos que encuentran en esa copa el consuelo y la vida).

Más tarde, en la Edad Media, el propio vaso eucarístico recibió la forma de una paloma. Colocado en una especie de tienda pequeña de tela (tabernaculum) suspendida de la voluta de un báculo encima del altar, en vez y en el lugar del moderno tabernáculo en forma de pequeño armario mural. De ese modo la paloma se confirmaba como símbolo litúrgico de la Eucaristía. 


En "La flor de la Liturgia" se señala que "la existencia, en el templo, de la sagrada Reserva, data de los orígenes mismos del cristianismo"; "el primer receptáculo conocido de la Reserva fué la 'paloma eucarística'", generalmente suspendida "del baldaquino que cobijaba el altar".

Palomas eucarísticas
(ilustraciones del libro "La flor de la Liturgia")

La paloma también representa en ocasiones el amor de Cristo, que ha venido a traer fuego a la tierra; por eso la paloma suele estar relacionada con el fuego.


Las palomas en la Presentación del Señor

Un simbolismo curioso, y en verdad un tanto forzado, les asignó San Cirilo de Alejandría a las dos palomas de la ofrenda que las mujeres israelitas debían presentar tras la maternidad al terminar los 40 días de purificación:

Al concluir el período de su purificación, tanto por el hijo como por la hija, la madre presentará al sacerdote, a la entrada de la Carpa del Encuentro, un cordero de un año para ofrecer un holocausto, y un pichón de paloma o una torcaza, para ofrecerlos como sacrificio por el pecado.

El sacerdote lo presentará delante del Señor y practicará el rito de expiación en favor de ella. Así quedará purificada de su pérdida de sangre. Este es el ritual concerniente a la mujer que da a luz un niño o una niña.

Y si no dispone de recursos suficientes para adquirir un cordero, tomará dos torcazas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado. El sacerdote realizará el rito de expiación en favor de ella, y así quedará purificada.

(Levítico 12, 6-8) 

El arte cristiano ha representado en innumerables ocasiones la  escena  en la que la Virgen María cumple con esta prescripción ritual, cuarenta días después del Nacimiento de su Hijo. La liturgia celebra este acontecimiento con la fiesta de la Presentación del Señor. "Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,  como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor". También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor" (Lc 2, 22-24).

Vitral en la iglesia de San Isidro Labrador
(foto propia)

San Cirilo vió en esa ofrenda una imagen del Salvador que bajó del cielo como una paloma, y en el número de aves entendió  representadas las dos naturalezas de Cristo, divina y humana.



La Paloma como símbolo de la Virgen María  y de la Iglesia

En ocasiones más raras, la paloma representó alegóricamente a la Virgen María debido a la relación que el Cantar de los Cantares establece entre esta ave y la Esposa elegida entre todas las mujeres. Por ejemplo, leemos en Cant 2, 13b-14:

¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante.

Además, la paloma es emblema de la pureza perfecta, por el cual es una imagen satisfactoria de la  «Toda Santa», la Virgen Inmaculada.

Sin embargo, la paloma también fue usada como símbolo mariano con un sentido herético, interpretando que el Espíritu Santo es el aspecto "femenino" de Dios y que la Virgen María sería su manifestación terrena. Por ello, en representaciones iconográficas, la paloma exployada asumía forzadamente la forma de una "M".

***

Algunos textos antiguos comparan a la Iglesia con una paloma porque ésta es el emblema de la pureza y la fidelidad conyugal: "Como la paloma, la Esposa de Cristo no puede ser mancillada; es pura y sin corrupción, sólo conoce una morada, y guarda con casto pudor la santidad de un solo hogar" (San Cipriano, siglo IV).

Hugo de San Víctor (siglo XII) ve en la paloma de patas rojas un símbolo de la Iglesia, que en los primeros siglos se mantuvo en pie y erguida gracias a la sangre de los mártires.

Cristo, como única paloma divina, llama a su palomar, es decir, a la Iglesia, a todas las palomas, o sea a hombres y a naciones: "A todos Jesucristo nos convoca a su palomar (que eres tú, santa Iglesia)", dice un texto medieval.

Mosaico en la iglesia de San Clemente (Roma)



También los Doce Apóstoles fueron representados muchas veces como palomas alrededor de la cruz o del monograma de Cristo. En este sentido, la imagen más célebre es la de la iglesia de San Clemente, en Roma, que vemos sobre este párrafo y mostramos también en nuestra entrada anterior.

Monograma de  Cristo junto a dos palomas (siglo IV-V)
(Museos Vaticanos)



Finalmente, la paloma también es símbolo genérico del alma fiel. Aquí aparece un aspecto peculiar, que es la capacidad de orientación de la paloma, que la convierte en eficaz mensajera. Así como las palomas, por lejos que las hayan llevado, encuentran por sí solas el camino de su palomar, así los cristianos no deben perder nunca el sentido de la orientación que los guíe siempre,  aunque se hubieran desviado, al palomar que es la Iglesia de Roma.

Detalle de uno de los vitrales del ábside
de la Basílica del Espíritu Santo (Bs. Aires)
(foto propia)



La semana próxima concluiremos esta serie de tres entradas, refiriéndonos al cuervo, contrafigura de la paloma.

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