miércoles, 7 de agosto de 2024

Teología del humor

 


La anécdota es conocida, aunque circulan diversas versiones que difieren en algunos detalles. Santa Teresa, durante un viaje de por sí muy accidentado, se cayó de su caballo y se lastimó. Se lamentaba de tantos percances, cuando el Señor le dijo: "Hija mía, no te quejes:  así trato a mis amigos". Dicen que la santa le respondió con su singular franqueza: "¡Por eso tiene tan pocos su Divina Majestad!".

Santo Tomás Moro compuso la célebre “Oración del Buen Humor”: "Concédeme el saber reír de un chiste, para que sepa sacarle un poco de gozo a la vida y pueda hacer partícipes de ese gozo a los demás".

San Juan Bosco, cuando se dirigía a sus muchachos del oratorio: "Os quiero siempre alegres, porque así sé que tenéis la paz interior"; y, además, para que sus muchachos se rían, no dudaba en vestirse de payaso o hacer de saltimbanqui.

Asimismo, Federico Ozanam, probado por la cruz con predilección, mencionó en cierta ocasión la frase que más le impresionó cuando fue a pedir consejo a su director espiritual en su crisis de fe. Este le dijo: "¡Alégrate siempre en el Señor!". No le dijo que se resignase o consolase, sino que se alegrase, y esta respuesta le sirvió para aceptar todo lo que Él le iba mandando, que no fue poco.

Sé que es fácil escribir esto, pero vivirlo y aceptarlo ya es más complicado. Tenemos que hacer, permanentemente, ensayos para llevar el amor de Cristo a los que acudan a nosotros, pero sin olvidarnos de algunas formas cotidianas de amarlos: una palabra amable, un chiste o una sonrisa, cuando se hallen decaídos y cabizbajos. Hacerlos sonreír y levantarles el ánimo.  ¿Se llamará a esto la Teología del humor?

Dan como creador de la nueva teología del humor a San Juan XXIII por sus divertidas anécdotas, chascarrillos y, dicen, sentido del humor. Ese humor que la Iglesia necesita, pues está impreso en la esencia del Evangelio; en multitud de ocasiones se nos pide que nos alegremos: "Alégrate, María"; "Alegraos, os ha nacido el Redentor"; "Alegraos siempre en el Señor", etc. La alegría, ese humor que brota del interior de los que esperan en el Señor y que nos hace pedir que los creyentes también seamos samaritanos del humor, amortiguando los roces e incomprensiones de los tristes. Santa Teresa, con su profundidad teológica, ya exclamaba que "un santo triste es un triste santo".


(Basado en una nota de J.L.M.  de la revista Ozanam, 
de la Sociedad de San Vicente de Paúl)

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