miércoles, 23 de agosto de 2023

«El "progresismo"»

Compartimos a continuación los fragmentos principales de una nota publicada en la revista Jauja número 7, en julio de 1967. Su autor, aunque sólo firma con las iniciales LCCP, es presumiblemente Leonardo Castellani.

La nota (en la sección titulada DIDAJÉ - Doctrina de la Fe) llevaba por título «El "progresismo"», y tiene las señales inequívocas del peculiar modo de escribir del padre Castellani. Mantuvimos por ello algunas grafías insólitas ("heregía", "dél", "della") y algunos términos poco usuales.

Casi 60 años después, el diagnóstico y la descripción que hace Castellani del "progresismo" y del "modernismo" son notablemente acertados y sorprendentemente actuales.


El "progresismo"


Tenemos que informar sobre el “progresismo”, porque así lo pide quien puede; y no lo conocemos al tal fenómeno sino por referencias y además en sus fundamentos; que están en el llamado  “modernismo”, la gran heregía actual. 

(…)

Por lo que vemos, el  “progresismo postconciliar” se divide en tres grados:

A — Los “noveleros”: curitas jóvenes que no son muy dañinos; los que  hacen cambios fútiles por su cuenta en la liturgia, cambian la estatua de San Roque por una Virgen abstracta más fea; y después la de la Virgen por una cruz de pino pintada; tocan la misa criolla de Ariel Ramírez y los tanguitos religiosos de Álex Mayol, el cura guitarrero; leen (o han leído) la revista "TIERRA NUEVA"; dicen que el pecado venial no existe, ni las indulgencias; y que no hay que confesar más que una vez por año; que no hay que hacer novenas; y en las homilías hablan de aperturapost conciliarismo y ecumenismo más que del Evangelio del domingo. Estas son lamentables cabecitas ligeras, que mientras administren bien les sacramentos no hacen daño mayormente; aunque ahora dan la absolución (una vez al año) en castellano (en un castellano atroz) lo cual no sé si es válido. Esperemos que sí: los penitentes  no tienen la culpa.

B — Los resentidos o progresistas propiamente dichos, que dicen no hay pecados mortales, o si acaso, son muy raros; suprimen el culto de María Santísima como contraria a los hermanos separados; anhelan la amistad de los judíos, los cuales jamás  han matado a Cristo; y si San Pedro lo dijo (Act. II, 36) erró  San Pedro; descuidan la administración de los sacramentos para hacer política eclesiástica chuya; o la predicación para hacer iglesias nuevas o escuelitas superfluas; adoptan catecismos chiripitifláuticos, como el que comienza diciendo que el fin de la religión es dar la felicidad — en esta vida; y peor todavía, suprimen los Sagrarios, y dicen que Xto. está sí en la hostia consagrada (por  un momento) pero que eso hay que entenderlo. Etcétera.

C — Los heretizantes o netamente heréticos; que adoptan la teología de Telar Chardón, Congar o Chenu (sin haberlos leído) o se forjan una por el estilo; que condenan al Concilio de Trento y la Iglesia anterior a él llamándola Constantiniana; que repudian el celibato sacerdotal (y Dios quiera sea tan sólo en las palabras); que otorgan la restricción de la natalidad; que se   levantan contra el Obispo y se emancipan del Papa; que quieren ser mantenidos por la feligresía sin servir a la feligresía; que hacen demagogia fucada, “obrerismo” y  “democratismo”, que en el fondo hace el caldo gordo al bolchevismo; y que total, los comunistas actuales son idénticos a los primitivos cristianos. (Son exactamente el extremo opuesto).

Yo tenía todo esto por una viruela boba o sarampión de duración fugaz, mas bien ridículo. Incluso los trastornos recientes en la Compañía de Jesús me tomaron por sorpresa; aunque  mirándolo bien vi después que en su raíz yo los había previsto (...).

Pero ahora no es ya sarampión. Bullen adentro algunos teólogos de nombre aunque no de juicio; hace mucho adeptos; en Francia constituye un verdadero y virulento “partido”; en Holanda parece haber copado la banca; cuenta entre sus adeptos con obispos y un cardenal (por lo menos); y en la Argentina (además de la arriba nombrada y por el Cardenal reprobada) con una revista aburrida pagada por la Curia.



El MODERNISMO o naturalismo religioso; he hablado dél ya tantas veces que me da grima. San Pío X lo condenó en la Encíclica PASCENDI (1907) y los canónigos (Ducroc, "Histoire des heresies") lo dieron erróneos por extinguido definitivamente. Se mantuvo oculto en el ambiente, sobre todo en los países protestantes. Explotó de nuevo a raíz del Vaticano II y en escala universal.

A mí me han hecho recitar no sé cuantas veces ante el Santísimo el  “Juramento antimodernista” sacado de la Encíclica PASCENDI. Si uno lee esa indigesta encíclica, exclama: ¿Pero es posible que esto haya sido nunca creído por alguien?. Es que el Papa tiene en mira el "modernismo técnico" que había inficionado parte del clero (y jerarquía) italiano; y era vulgarizado en Roma por un buen novelista, Antonio Fogazzaro, en sus novelas “Píccolo Mondo Antico”;  “Píccolo Mondo Moderno”, y sobre todo  “Il Santo”.

Distingamos en él la raíz, el ramaje y el tronco central. La raíz es el naturalismo, que se puede remontar en la historia de las herejías hasta donde uno quiera: hasta el monje Pelagio, que tanto dio que hacer a San Agustín —pasando por Baius, Renán, Loisy. El conjunto constituye una herejía total,  “el resumen de todas las herejías”, dice Pío X; “el error que será del Anticristo” dijo Newman, en 1836 — que lo llamaba entonces “liberalismo religioso”. 

El  “dogma”  central es que no hay que abandonar ni cambiar el Credo, el Misal y el Breviario; sino conservándolos poner debajo un significado nuevo — dijo Samuel Butler (el novelista) hábil escritor y su mayor propagandista; o sea, hablando en plata, vaciar el dogma cristiano, conservando los nombres, de su contenido sobrenatural, y sustituirle solapadamente un contenido natural: o sea, transformarlo en mito. ¿Qué contenido? En diversas formas, a veces muy solapadas, la adoración del hombre.

La verdad central del cristianismo, la Encarnación, está invertida: en vez de Dios se hizo hombre — El Hombre es Dios. No otra cosa se oculta, por ejemplo, en el fondo de Telar Chardón.

Y en su carta tan explícita a un dominico apóstata (citado por  Menvielle, La Cosmovisión de Telar Chardón, Theoría, 1966) dice que no hay que salirse de la Iglesia sino transformarla desde adentro — es decir, envenenarla.

(...)

Este modernismo actual, no ya técnico (técnico en los teólogos, sobretodo alemanes, Rahner, Barth, Tillich, Yunks, y menores) sino paliado, difuminado, edulcorado, es ahora un ambiente; podría multiplicar los índices. Por ejemplo, los curas antes tenían mala prensa; justamente LA PRENSA diario se negaba a nombrar a Monseñor Franceschi; no digamos a otros curas más combativos que el orondo canónigo. Hoy día los diarios grandes (y hasta las revistas judías) nombran a los curas (no a todos), al Cardenal, al Papa, a Fátima, al Concilio, las Encíclicas, y el Sursum Corda. ¿Qué importa? Ya no hay peligro. Tienen en la espalda del cerebro" (como dice el inglés) el antídoto del catolicismo. Se trata de entenderlo". «Nosotros nos entendemos: cuando digo Diego, no digo Diego sino digo digo»

¿Pasará el sarampión éste? Me parece que no. Tiene raíces hondas, que van quizás hasta los mismísimos infiernos. ¿Y qué saldrá de él? Ya lo veremos; o mejor dicho, lo verán ustedes.

No se reforma la Iglesia sino sufriendo por ella: no haciendo pavadas. No se reforma la Iglesia visible sino sufriendo por la iglesia invisible.

Todos los que han querido reformarla de otro modo, se han salido della.

L. C. C. P.


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