Mañana es la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
Vitral en la Catedral de Mar del Plata |
En el libro "El icono de la Exaltación de la Cruz", de Gaetano Passarelli, leemos lo siguiente respecto de dicha fiesta:
La fiesta de la «Universal Exaltación de la preciosa y vivificadora Cruz» nace en Jerusalén:
Se lee en un discurso del monje Alejandro sobre esta festividad que la emperatriz Elena –madre del Gran Constantino– aseguraba haber tenido una visión celestial, en la que se le ordenaba ir a Jerusalén para descubrir los santos lugares durante tanto tiempo ignorados (...) Ante la duda y vacilaciones de no pocos, exhorta a todos a una ferviente oración. Bien pronto viene a ser descubierto por aquel obispo el lugar de la divina Pasión, donde se había colocado la estatua de la impurísima Venus. Con la autoridad que le otorgaba su grado, mandó entonces la emperatriz destruir el templo del demonio. Hecho lo cual, inmediatamente se descubrió el sepulcro de Jesucristo, apareciendo, poco después, tres cruces. Tras diligente búsqueda, se encontraron también los clavos.
Quiso la emperatriz saber inmediatamente cuál de las tres cruces fuese de Jesucristo. Hallándose allí gravemente enferma, casi moribunda, una noble dama, con aplicarle las cruces se pudo saber al instante cuál era la deseada Cruz, ya que, con la aplicación de la Cruz de Jesucristo, tocada por la gracia divina incorpórase en el lecho la enferma del todo curada y glorificando al Señor a grandes voces (...) El emperador pide al entonces obispo, Macario, que acelere la edificación de las respectivas basílicas, enviándole un arquitecto y una cuantiosa suma de dinero, con expreso mandato de que los sacros edificios (en el Gólgota, en Belén, y en el Monte de los Olivos) se decoren con el mayor esplendor, de suerte que no tuviesen nada igual en todo el mundo.
En el siglo V figura el 13 de septiembre como aniversario de la dedicación de las basílicas constantinianas. Según la peregrina Egeria, habíase señalado ese día algún año antes –tal vez el 335– por ser la fecha del descubrimiento de la Cruz.
Cirilo de
Jerusalén, en la XIII Catequesis, que tuviera probablemente lugar en el 347,
dice textualmente:
La
Pasión es real: verdaderamente fue crucificado. Y no nos avergonzamos de ello.
Fue crucificado. Y no lo negamos, antes nos complacemos en afirmarlo. Hasta me
lo reprocharía, si me atreviera yo a negarlo, ese Gólgota que tenemos a la
vista; me lo echaría en cara el madero de la Cruz que desde esta ciudad se ha
distribuido en fragmentos por todo el mundo.
Reconozco
la Cruz, porque conozco la resurrección. Si el Crucificado hubiese permanecido
en tal situación, no reconocería la Cruz; me apresuraría, más bien, a
esconderla juntamente con mi Maestro. Como tras la Cruz viene la resurrección,
no me avergüenzo de hablar largamente de la misma.
La fiesta
de la Cruz, el 14 de septiembre, difundióse rápidamente por todo el Oriente,
eclipsando la conmemoración de la dedicación de la basílica constantiniana. En
Roma, en el siglo VI, se celebraba la Exaltación el 3 de mayo. Posteriormente –hacia
el siglo VII– comenzó a presentarse el madero de la Cruz la veneración del
pueblo el 14 de septiembre.
El
rescate de la Cruz por el emperador Heraclio en el 631 no vino sino a
incrementar y consolidar un culto ampliamente ya difundido.
Las
iglesias de tradición bizantina catalogaron la fiesta del 14 de septiembre
entre las del Señor (despotika) –de primera clase– y, por tanto, entre
las doce grandes festividades litúrgicas. Está precedida por una vigilia (preortia)
y seguida de siete días post–festivos (meteortia), más otro octavo de
despedida de la fiesta (apodosis), que coincide con el 21 de dicho mes
de septiembre.
La
celebración litúrgica, en sí muy simple, tiene su culminación en el gesto del
celebrante, que podemos ver reflejado en el icono. Veámoslo en sus detalles.
En el día
de la fiesta, el celebrante, tras una pequeña procesión, estaciónase en el
centro de la iglesia; y levanta ahora en alto la reliquia de la Cruz.
La
asamblea eleva, al mismo tiempo, la más simple de todas las oraciones y más
propia de una creatura ante la misericordia del Dios creador: “¡Piedad, Señor!”. Se repite cien veces en dicha oración.
Repite el
celebrante el gesto de elevar en alto la Cruz, girando hacia los cuatro puntos
cardinales, mientras el pueblo reza, canta y exclama cien veces: “¡Piedad,
Señor! ”.
Deposítase
después la Cruz en un gran recipiente lleno de flores y se la coloca sobre un tetrapodium
en el centro de la iglesia. Clero y fieles todos, postrándose de hinojos, van
adorando la Cruz y recibiendo una flor de las que han servido de adorno a la
reliquia.
Frente de la iglesia de la Exaltación de la Cruz (Capilla del Señor) |
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