miércoles, 13 de marzo de 2024

"11 años después", por Luis Holmes

Nuestro amigo Luis Holmes nos remite una reflexión sobre el 11° aniversario del papado de Francisco I, en que nos relata sus sensaciones aquel 13 de marzo de 2013, de triste memoria.


13 de marzo de 2013. Mi señora y yo, después de comer, nos tiramos a dormir una breve siesta. Pusimos el despertador, ya que un rato después debíamos ir a buscar a nuestro hijo a la salida del turno tarde de su colegio.

Minutos después, cuando sonó la alarma, lo primero que hicimos fue prender el televisor del dormitorio, para saber si había alguna novedad del cónclave que se estaba desarrollando en Roma. Y en efecto, todos los canales anunciaban que había habido "fumata blanca" y que en cualquier momento se anunciaría el nombre del elegido. Mientras nos preparábamos para salir, estábamos pendientes de lo que escuchábamos en la tele. 

Cuando apareció el Cardenal Protodiácono nos sentamos en el borde de la cama, expectantes, frente a la pantalla. Mirábamos de reojo el reloj, porque la hora de salida del colegio se aproximaba; ello duplicaba los nervios del momento.

No bien el Protodiácono dijo "Georgium Marium", me agarré la cabeza y miré, desencajado, a mi señora, que estaba igual de impactada que yo.

No podíamos creer lo que acababa de ocurrir. Me quedé en casa, desolado frente al televisor, mientras mi señora iba a buscar a nuestro hijo.

Algunos amigos comenzaron a llamar por teléfono, compartiendo la alegría que empezaba a circular en sectores católicos argentinos, y a todos les respondí lo mismo: "Estoy impactado". De ese modo no mentía, sin tampoco "pincharles el globo" a quienes manifestaban esa inocente e ignorante euforia. Mi ánimo en ese momento era muy distinto.

Minutos después, las primeras palabras y la primera bendición desde la loggia de San Pedro ya confirmaron mis peores presentimientos. Esa fingida humildad;  la falta de los ornamentos y aclamaciones habituales ("Buona sera" en lugar de "Sia lodato Gesù Cristo"); esa sospechosa insistencia por llamarse "Obispo de Roma" (le hablaba a su "comunidad diocesana", a esa "bella ciudad" y anunció que iría a rezarle a María para que "custodie a toda Roma") en vez de autodenominarse Papa; esa velada demagogia...

A mis amigos más íntimos, ya desde los primeros días, les confié mi angustia. Algunos no podían creer lo que les contaba.

***

Conocí a Bergoglio personalmente a fines de los 70, cuando era Provincial de los jesuitas. Con un amigo (él apenas pasaba los 20 años y yo ni siquiera llegaba a ese edad) fuimos a verlo al Colegio del Salvador para plantearle una situación de una institución católica. Queríamos su opinión y su apoyo para resolver un problema que hacía tiempo obstaculizaba la vida de esa asociación. Con juvenil inocencia, le contamos todos los detalles de una asamblea que iba a tener lugar pocas semanas después, en la que finalmente se resolvería esa vieja cuestión.

Bergoglio nos escuchó atentamente, nos alentó  y nos dio todo su apoyo en nuestra inquietud.

Pero cuando llegó el día de la anunciada reunión, aparecieron varios ignotos "delegados", todos ellos procedentes de San Miguel (en las cercanías del Colegio Máximo), dotados de sendas credenciales que los habilitaban para votar en esa asamblea. Nadie los conocía,  nunca antes se habían puesto en contacto con los organizadores, y por su número podían decidir cualquier votación que se hiciera. 

La asamblea terminó en un escándalo. Bergoglio (a quien todos sabían detrás de la sucia maniobra) no pudo salirse con la suya (su intención era hacerse con el control de la institución), pero la anhelada solución al antiguo problema que la aquejaba se postergó por varios años.

Mis padres, así como amigos de mis padres y otros conocidos, todos ellos pertenecientes a la institución de marras, a cuya rama juvenil pertenecíamos mi amigo y yo (los que nos habíamos entrevistado con Bergoglio), que tenían varios años de militancia parroquial y conocían el paño jesuita,  cobraron desde entonces un especial recelo hacia ese nefasto personaje que, tras su hipócrita actuación ante mi amigo y yo, había montado ese artero ardid. Me corrijo: más que recelo era bronca e indignación.  Mi padre directamente no lo soportaba, y esa sensación persistió incluso siendo Bergoglio, unos 20 años después, Arzobispo de Buenos Aires.

Saltemos unos años hacia adelante. Hacia 20o3 ó 2004 compartí la mesa de una reunión familiar, junto con otros amigos, con un ex jesuita, que había dejado la Compañía precisamente por serios enfrentamientos con Bergoglio. En un momento de la animada conversación dijo esta frase que cito en forma textual, porque quedó grabada en mi memoria de modo indeleble: 

"Bergoglio quiere ser Papa; 

y si para ser Papa tiene que matar a la madre, 

va a matar a la madre".


Como es de imaginar, esa frase resonó con fuerza en mi mente hace exactamente 11 años.

Conocíamos también de forma personal y directa su carácter hosco y "amargo". Nunca habíamos visto una sonrisa sincera en su rostro. ¡Y cómo cambió eso después del 13 de marzo!

Como dije, en aquel fatídico marzo de 2013,  les conté a unos pocos amigos más íntimos mi verdadera opinión sobre el papa argentino supuestamente "humilde" y "pobre para los pobres". Algunos de ellos no podían creer lo que les relataba, pero no pasó mucho tiempo antes de que, uno a uno, todos reconocieran que tenía razón sobre el nefasto personaje: un obsesionado por el poder, autoritario y cínico.

En ámbitos eclesiales, esa misma opinión circulaba ampliamente en secreto. Me consta.  Una anécdota: en julio de 2013, durante una visita guiada a una iglesia porteña, de la que participé,  un sacerdote casi anciano (que, como párroco, había tenido que lidiar con el primero Coadjutor y luego Arzobispo de Buenos Aires) se manifestaba indignado por la elección de Bergoglio: "no sé cómo pudieron haberlo elegido Papa".

Pasaron los años, y hoy ya prácticamente no queda católico medianamente instruido que no opine pestes sobre el papa compatriota. Hace rato que cayó su careta de humildad, sencillez y pobreza, y quedaron a la vista los desastres doctrinales y disciplinares, su perfil de dictador, sus vergonzosos nombramientos, su "magisterio" ramplón, vulgar y casi monotemático,  su odio contra la fe tradicional de los católicos, sus guiños a los enemigos de la Iglesia... y la lista podría seguir. En las notas periodísticas sobre el papa en la Red, suelen estar desactivados los comentarios, ya que de lo contrario se llenarían (como ya ocurrió) de insultos. Los argentinos que tenían alguna ilusión de que visitara nuestro país no sólo ya la han abandonado, sino que han perdido todo interés. 

En fin: esto es sólo un resumen. Esta entrada podría extenderse casi indefinidamente en el mismo sentido.

Van 11 años de ese día nefasto. 



Al día siguiente, en la primera misa como papa, en la Capilla Sixtina, Francisco I dijo algo que -no lo sabíamos entonces, pero lo advertimos ahora- era  su inquietante plan de gobierno:

Si no confesamos a Jesucristo (...) acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. 

¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. 

Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de León Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.

Luis Holmes 


Van 11 años convirtiéndonos en una ONG asistencial que no confiesa a Jesucristo, que no edifica sobre la roca firme del Señor y de su Evangelio, que ha caído en la diabólica mundanidad.

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