"La nueva oración del fariseo": con este título se publicaba en la revista Jauja de marzo de 1969 una nota tomada, según se explicaba allí, «de una revista literaria de Cartagena, España», aparecida en septiembre de 1968.
El contexto es fácil de inferir: el caos del postconcilio, la Humanae Vitae, las teorías de Teillard de Chardin... en el marco, por supuesto, de la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).
El texto expresa muy bien el espíritu de aquella época... pero conserva una desgarradora actualidad y resulta además dolorosamente profético. Casi 60 años después, las insólitas plegarias del fariseo... se han hecho realidad.
(Hemos efectuado mínimas correcciones en el texto: alguna mayúscula y alguna errata obviamente material; las negritas son del original)
La nueva oración del fariseo
SEÑOR: Aquí nos tienes, de pie y a la vanguardia de tu Iglesia. Somos los practicantes del catolicismo auténtico, el impoluto, el primitivo, renacido con el post-Concilio Vaticano II.
SEÑOR: Gracias te damos porque nosotros no somos como esos católicos miopes, cerrados, inquisitoriales y supersticiosos que todavía nos rodean postrados y sumidos a la tradición caduca, y a las Jerarquías perimidas. Nosotros somos los que ahora sabemos sólo del "Cristo Cósmico", el que junta y mezcla a todos los hombres, sea cual fuere su fe y su ideología.
SEÑOR: Nosotros somos los que evitamos la "inflación mariana" y nos apena tanto fetichismo de medallas y rosarios, imágenes y exvotos, mensajes celestiales y milagrería barata. Nosotros somos los que queremos, acaso, los templos de paredes lisas y peladas, crucifijos de hierros, ininteligibles y retorcidos, de imágenes sublimadas en un puro simbolismo que no estorben nuestra cristocéntrica oración salmódica, o mental inexistente.
SEÑOR: Nosotros tenemos compasión de las viejas beatas y sus inútiles monsergas. Definimos como beaterías insoportables y monólogos sosos: la acción de gracias en la Comunión, la monotonía de las novenas, y todas las inoperantes devociones medioevales. Ahora ha llegado la hora de la acción-orante convertida en Bienestar Social.
SEÑOR: ¡Qué bien entendemos las exigencias de nuestro moderno cristianismo! Aborrecemos, por tanto, todo triunfalismo en tu pura, aérea, invisible e insustancial Iglesia: tal como Tú la fundaste, exenta de juridicismo, escolasticismo y ostentosos formalismos litúrgicos. Comprendemos que tu Iglesia debe ser totalmente espiritual, sin pesado moralismo y con una dogmática simbólica, asistemática a toda ascética. Nosotros, Señor, vamos a borrar de tu Esposa los estigmas de la funesta era constantiniana, y del fatídico Concilio de Trento y el de Nicea.
SEÑOR: Nosotros somos los que creemos que el ideal es el Estado laico y socialista, la escuela sin religión obligatoria, el cura sin sotana, el templo sin campanas, la evangelización sin conversiones, el Bautismo en edad madura, la Misa dominical facultativa, la disimulada suspensión total y paulatina de la Eucaristía; todo ello, en pro de un ecumenismo fraternal y pleno con nuestros hermanos los comunistas, masones, judíos ateos, y todos los hermanos separados.
SEÑOR: No podemos tolerar a los integristas, que tanto daño hacen a tu Iglesia con su cerrazón contra-reformista, viviendo todavía en las tinieblas del "Syllabus" al que, en ciertas expresiones, desgraciadamente, ahora parecería acercarse nuestro venerado Paulo VI.
SEÑOR: ¡Danos católicos con mentalidad nueva! ¡Danos jerarquía y clero en pleno "aggiornamento"! Católicos que no den importancia al Sexto Mandamiento (¿o es el Séptimo?) y solamente se inflamen con la caridad, es decir, que sepan callar caritativamente los dogmas estancados en las caducas fórmulas escolásticas, para devenir en un continuo mundo evolutivo y progresista. Fieles católicos de mentalidad abierta y dialoguista, de moral flexible y ecumenista, de testimonio sin palabras evangélicas y sí con hechos prácticos.
SEÑOR: ¡Líbranos de los católicos con espíritu de Cruzada! ¡Líbranos de los curiosos y pedantes católicos apocalípticos! ¡Líbranos de los teólogos pesimistas y aguafiestas! ¡Concédenos, Señor, más bien, el signo de la pobreza más eficiente en nuestra hora, que es el despojo y desmantelamiento de nuestros templos, y que nuestros obispos sean elegidos democráticamente por el pueblo laical, con los votos de los militantes y seguidores de Congar y Theilhard de Chardín, en esta era venturosa que ha nacido para tu Santa Iglesia!
SEÑOR: Te rogamos que pronto, nuestros sacerdotes celebren la Misa sin ornamentos, o que no la celebren, si les place. Que resuenen en nuestros templos, pronto, las alegres estridencias de la música que es grata al corazón de nuestras juventudes "hippies": guitarras, panderetas, saxofones y matracas; castañuelas, bombos y bandoneones. ¡Que caigan Señor, los últimos restos de arcaicas maniguncias!
SEÑOR: Escucha nuestra oración, la de tus católicos "aperturistas y modernistas", los únicos católicos sinceros, los que han existido en todos los siglos —aunque dormidos— empeñados en la purificación de tu Iglesia, cargada con tantos lastres inútiles, mientras nosotros, entonamos desde ahora el "mea culpa" gratuito por sus manchas y pecados.
SEÑOR: Para que nuestro testimonio sea más tangible, permite Señor, que este ardiente himeneo entre tu Iglesia y el Mundo se vea coronado, ya sin hipocresía, con la supresión del celibato eclesiástico, que se legalice universalmente el divorcio, se canonice al onanismo y al homosexualismo, y que en las puertas de tus templos se regalen las píldoras anticonceptivas. Esto será, Señor, la puesta al día de tu inmaculada Esposa, en cálida amistad con el Comunismo y Capitalismo como mancebos aliados a tu gloria, en pacífica coexistencia con todas las confesiones y credos, suprimida toda exterioridad que separa, borrados los santos y las beatitudes que molesten, y eliminados de su seno a todos los católicos negativos: los de la moral del "no" y los anatemas.
ENTONCES, SEÑOR: Será el Paraíso en la tierra; frenado y anulado para siempre el dogma cavernícola de la infalibilidad pontificia, tu Iglesia será pura, repura, ¡recontrapura! y habremos llegado así a la cosmovisión plena del Ser, al punto Omega, a la integración con la Divinidad, hasta desaparecer todos, en el Todo.
AMÉN