miércoles, 13 de noviembre de 2024

Oración a María

 Señora:

tú eres

descanso para los que trabajan,

consuelo para los que lloran,

medicina  para  los enfermos,

puerto para los maltratados por la tempestad,

perdón para los que pecan,

dulce alivio de los tristes,

socorro de los que oran

 


(San Juan Damasceno)

miércoles, 6 de noviembre de 2024

1700° aniversario de la Basílica de Letrán




El 9 de noviembre es la Fiesta del Aniversario de la Dedicación de la Archibasílica Papal del Santísimo Salvador, Catedral de Roma, "Omnium Urbis et Orbis Ecclesiarum Mater et Caput". Se trata del templo habitualmente conocido como San Juan de Letrán.

Este año se cumplen 1700 años de la dedicación de esa Basílica, la Iglesia Madre del cristianismo. Por ello compartiremos algunos  fragmentos -traducidos del italiano y con adaptaciones- de una nota ¹ publicada el año pasado, que encontramos en Messa in Latino.


***


Durante más de diez siglos Letrán fue residencia papal, antes de que los pontífices se trasladaran a Aviñón durante el período del cautiverio y posteriormente decidieran trasladar la residencia al Vaticano. Dentro de sus muros se celebraron doscientos cincuenta concilios, cinco de los cuales fueron ecuménicos, incluido el de Letrán IV, en 1215, considerado por los historiadores el más importante de toda la Edad Media.

La Basílica de Letrán fue consagrada el 9 de noviembre del año 324 por el papa Silvestre I, que luego se convirtió en santo. Su pontificado coincidió con el largo imperio de Constantino, el primer emperador romano que aceptó el cristianismo, marcando la transición de la Roma pagana a la Roma cristiana. Fue Constantino quien donó ese terreno a la Iglesia para construir una domus ecclesia. Según los Anales de Tácito, las tierras y propiedades que inicialmente se encontraban allí pertenecían a la poderosa familia de Letrán. En el 65, sin embargo, Nerón había confiscado sus bienes por su participaron en una conspiración; cuando esta fracasó, el cónsul Plaucio de Letrán fue condenado a muerte y despojado de sus riquezas, que pasaron al Tesoro Imperial.

El nombre de la archibasílica patriarcal de Letrán le fue impuesto por el papa Silvestre en honor a Cristo Salvador. Recién durante el siglo XII surgió también la denominación de  San Juan Bautista. Desde el comienzo el edificio sagrado se hizo famoso por su esplendor y fue objeto de continuas e importantes donaciones de emperadores, papas y otros benefactores, como atestigua el Liber Pontificalis.

En el palacio de Letrán se entrelazaron los hechos más significativos de la historia con la dinámica de la Iglesia: coronación de emperadores, audiencias con reyes y reinas, incluida la firma de los Pactos de Letrán, suscriptos por el cardenal Gasparri, Secretario de Estado del Vaticano, y el entonces jefe de gobierno Benito Mussolini. El original del documento se conserva sobre un escritorio en la Sala de los Pontífices, hoy convertida en museo. Hasta el siglo XIX, todos los Papas eran coronados en Letrán, pero tras la ruptura de la Puerta Pía la costumbre fue abandonada. El edificio que conocemos hoy fue sometido a diversas fases de diseño, ampliación y modificaciones respecto al edificio inicial paleocristiano. El 28 de julio de 1993, la entrada lateral y parte de la fachada del edificio resultaron gravemente dañadas por un atentado con bomba encargado por la mafia, que dañó la fachada.

El edificio paleocristiano original ha sufrido varios cambios a lo largo de la historia, también porque fue dañado por algunos terremotos. El terremoto del año 896, por ejemplo, destruyó casi por completo la basílica, que fue restaurada por el Papa Sergio III (904-911). Posteriormente, la iglesia también sufrió graves daños por incendios en 1308 y 1360. Sin embargo, el apogeo de la gloria de la nueva basílica de Letrán llegó el 22 de febrero de 1300, cuando el Papa Bonifacio VIII proclamó allí el primer jubileo.

Hasta el siglo XIV el Palacio fue residencia de los Papas; luego la sede se trasladó a Aviñón, Francia (1304-1377). Una vez de regreso a Roma, el pontífice de la época se encontró administrando toda la zona de Letrán, que ahora se encontraba en un estado de total abandono: el palacio había sido saqueado a lo largo de los años y los alrededores se habían convertido en un lugar de bandolerismo. La degradación fue casi total. La residencia papal se trasladó así al Vaticano.

La basílica de Letrán actual tiene cinco puertas, una para cada nave, salpicadas por enormes columnas que sostienen arcos monumentales. Las puertas centrales de bronce son originales romanas del Senado en los Foros Imperiales. La puerta más a la derecha es la Puerta Santa, que sólo se abre durante el Año Santo (una vez cada 25 años). Reabrirá sus puertas en 2025. Frente a la pared izquierda se encuentra la estatua del emperador Constantino. Los doce enormes nichos que Francesco Borromini creó en las columnas de la nave central contienen majestuosas estatuas de mármol de los apóstoles. A pesar de la rigurosa renovación de Borromini, algunos testimonios históricos siguen siendo claramente visibles. En particular, el magnífico suelo de estilo cosmatesco y el techo de madera dorada, creados por Giacomo della Porta según un diseño de su mecenas, Miguel Ángel.

La renovación definitiva de la iglesia actual fue encargada por el Papa Sixto V quien encargó las obras a su arquitecto de confianza Domenico Fontana.


¹ El sismógrafo , 5-11-23 (Franca Giansoldati, Il Messaggero) 

miércoles, 23 de octubre de 2024

"La nueva oración del fariseo"

"La nueva oración del fariseo": con este título se publicaba en la revista Jauja de marzo de 1969 una nota tomada, según se explicaba allí, «de una revista literaria de Cartagena, España», aparecida en septiembre de 1968.

El contexto es fácil de inferir: el caos del postconcilio, la Humanae Vitae, las teorías de Teillard de Chardin...  en el marco, por supuesto, de la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).

El texto expresa muy bien el espíritu de aquella época... pero conserva una desgarradora actualidad y resulta además dolorosamente profético. Casi 60 años después, las  insólitas plegarias del fariseo... se han hecho realidad.

(Hemos efectuado mínimas correcciones en el texto: alguna mayúscula y alguna errata obviamente material; las negritas son del  original)




La nueva oración del fariseo

SEÑOR: Aquí nos tienes, de pie y a la vanguardia de tu Iglesia. Somos los practicantes del catolicismo auténtico, el impoluto, el primitivo, renacido con el post-Concilio Vaticano II.

SEÑOR: Gracias te damos porque nosotros no somos como esos católicos miopes, cerrados, inquisitoriales y supersticiosos que todavía nos rodean postrados y sumidos a la tradición caduca, y a las Jerarquías perimidas. Nosotros somos los que ahora sabemos sólo del "Cristo Cósmico", el que junta y mezcla a todos los hombres, sea cual fuere su fe y su ideología.

SEÑOR: Nosotros somos los que evitamos la "inflación mariana" y nos apena tanto fetichismo de medallas y rosarios, imágenes y exvotos, mensajes celestiales y milagrería barata. Nosotros somos los que  queremos, acaso, los templos de paredes lisas y peladas, crucifijos de hierros, ininteligibles y retorcidos, de imágenes sublimadas en un puro simbolismo que no estorben nuestra cristocéntrica oración salmódica, o mental inexistente.

SEÑOR: Nosotros tenemos compasión de las viejas beatas y sus inútiles monsergas. Definimos como beaterías insoportables y monólogos sosos: la acción de gracias en la Comunión, la monotonía de las novenas, y todas las inoperantes devociones medioevales. Ahora ha llegado la hora de la acción-orante convertida en Bienestar Social.

SEÑOR: ¡Qué bien entendemos las exigencias de nuestro moderno cristianismo! Aborrecemos, por tanto, todo triunfalismo en tu pura, aérea, invisible e insustancial Iglesia: tal como Tú la fundaste, exenta de juridicismo, escolasticismo y ostentosos formalismos litúrgicos. Comprendemos que tu Iglesia debe ser totalmente espiritual, sin pesado moralismo y con una dogmática simbólica, asistemática a toda ascética. Nosotros, Señor, vamos a borrar de tu Esposa los estigmas de la funesta era constantiniana, y del fatídico Concilio de Trento y el de Nicea.

SEÑOR: Nosotros somos los que creemos que el ideal es el Estado laico y socialista, la escuela sin religión obligatoria, el cura sin sotana, el templo sin campanas, la evangelización sin conversiones, el Bautismo en edad madura, la Misa dominical facultativa, la disimulada suspensión total y paulatina de la Eucaristía; todo ello, en pro de un ecumenismo fraternal y pleno con nuestros hermanos los comunistas, masones, judíos ateos, y todos los hermanos separados.

SEÑOR: No podemos tolerar a los integristas, que tanto daño hacen a tu Iglesia con su cerrazón contra-reformista, viviendo todavía en las tinieblas del "Syllabus" al que, en ciertas expresiones, desgraciadamente, ahora parecería acercarse nuestro venerado Paulo VI.

SEÑOR: ¡Danos católicos con mentalidad nueva! ¡Danos jerarquía y clero en pleno "aggiornamento"! Católicos que no den importancia al Sexto Mandamiento (¿o es el Séptimo?) y solamente se inflamen con la caridad, es decir, que sepan callar caritativamente los dogmas estancados en las caducas fórmulas escolásticas, para devenir en un continuo mundo evolutivo y progresista. Fieles católicos de mentalidad abierta y dialoguista, de moral flexible y ecumenista, de testimonio sin palabras evangélicas y sí con hechos prácticos.

SEÑOR: ¡Líbranos de los católicos con espíritu de Cruzada! ¡Líbranos de los curiosos y pedantes católicos apocalípticos! ¡Líbranos de los teólogos pesimistas y aguafiestas! ¡Concédenos, Señor, más bien, el signo de la pobreza más eficiente en nuestra hora, que es el despojo y desmantelamiento de nuestros templos, y que nuestros obispos sean elegidos democráticamente por el pueblo laical, con los votos de los militantes y seguidores de Congar y Theilhard de Chardín, en esta era venturosa que ha nacido para tu Santa Iglesia!

SEÑOR: Te rogamos que pronto, nuestros sacerdotes celebren la Misa sin ornamentos, o que no la celebren, si les place. Que resuenen en nuestros templos, pronto, las alegres estridencias de la música que es grata al corazón de nuestras juventudes "hippies": guitarras, panderetas, saxofones y matracas; castañuelas, bombos y bandoneones. ¡Que caigan Señor, los últimos restos de arcaicas maniguncias!

SEÑOR: Escucha nuestra oración, la de tus católicos "aperturistas y modernistas", los únicos católicos sinceros, los que han existido en todos los siglos —aunque dormidos— empeñados en la purificación de tu Iglesia, cargada con tantos lastres inútiles, mientras nosotros, entonamos desde ahora el "mea culpa" gratuito por sus manchas y pecados.

SEÑOR: Para que nuestro testimonio sea más tangible, permite Señor, que este ardiente himeneo entre tu Iglesia y el Mundo se vea coronado, ya sin hipocresía, con la supresión del celibato eclesiástico, que se legalice universalmente el divorcio, se canonice al onanismo y al homosexualismo, y que en las puertas de tus templos se regalen las píldoras anticonceptivas. Esto será, Señor, la puesta al día de tu inmaculada Esposa, en cálida amistad con el Comunismo y Capitalismo como mancebos aliados a tu gloria, en pacífica coexistencia con todas las confesiones y credos, suprimida toda exterioridad que separa, borrados los santos y las beatitudes que molesten, y eliminados de su seno a todos los católicos negativos: los de la moral del "no" y los anatemas. 

ENTONCES, SEÑOR:  Será el Paraíso en la tierra; frenado y anulado para siempre el dogma cavernícola de la infalibilidad pontificia, tu Iglesia será pura, repura, ¡recontrapura! y habremos llegado así a la cosmovisión plena del Ser, al punto Omega, a la integración con la Divinidad, hasta desaparecer todos, en el Todo. 

AMÉN


miércoles, 16 de octubre de 2024

La maldición inalámbrica

Hace, digamos, 40 años, la presencia de un micrófono inalámbrico era una rareza en la mayoría de los templos porteños. Recuerdo, por ejemplo, con ocasión de una importante celebración en mi parroquia en 1982, que teníamos preocupación por que hubiera micrófonos con cables del largo adecuado y varias fichas donde enchufarlos en el presbiterio.

Supongo que los micrófonos inalámbricos comenzaron a popularizarse en los templos en los año 90. Tienen indudables ventajas: evitan la proliferación de cables por el suelo, permiten más libertad en los desplazamientos del sacerdote, que puede orar o dirigirse a los fieles desde lugares que de otro modo serían difícilmente accesibles a los efectos de la amplificación del sonido. Los micrófonos "corbateros", además, permiten al Celebrante tener las manos libres  cuando, por ejemplo, debe imponer las manos, realizar unciones, trazar el signo de la cruz, etcétera.

Pero, como suele suceder con los adelantos tecnológicos, detrás de sus ventajas se escondía una maldición. Con un micrófono inalámbrico en sus manos, el Celebrante  cae muchas veces en la tentación de transformarse en el conductor de un show, al estilo de Marcelo Tinelli, muy popular durante mucho tiempo en la Argentina.

¿Qué hace el conductor de un show televisivo cuando tiene un inalámbrico o un corbatero? Se mueve de un lugar a otro con libertad, interactúa con el público, pide aplausos, felicita a uno u otro de los participantes, grita, da consignas, les habla a los que están detrás de cámaras...

Lo mismo, ¡lamentablemente! hace un sacerdote al celebrar misa, cuando tiene un inalámbrico.

Con el inalámbrico en la mano, en primer lugar, el Celebrante se aparta del ambón, que es la mesa de la Palabra de Dios y, como consecuencia, el lugar desde el cual normalmente se pronuncia la homilía. De ese modo, pasea por la nave, va de un lado al otro del presbiterio, ofrece el micrófono a algunos fieles y juega con ellos a las preguntas y respuestas... Desde el ambón o desde la sede, la homilía tiene aspecto solemne de enseñanza, de doctrina; en cambio desde el plano del templo, queriendo aparentar "cercanía" con los fieles, no pasa de ser una mera charla o un vulgar diálogo...


Con el inalámbrico en la mano, recorriendo el templo como Tinelli recorría el estudio en "Bailando...", e igual que lo hacía el conductor, el Celebrante pide aplausos: para el coro, para los bautizados, para los confirmados, para los esposos, para un concelebrante, para el sacristán, para el grupo misionero...

Con el inalámbrico en la mano, como si fuera un conductor televisivo o el animador de una marcha política, el Celebrante grita "¡Viva el Papa!" o "¡Viva la Virgen!", arenga a los fieles, o bien (como Gaby, Fofó y Miliki) les hace preguntas cuya respuesta dice no escuchar para que éstos griten aun más fuerte...

Con el inalámbrico en la mano, moviéndose de un lugar a otro, pidiendo aplausos, gritando vivas o dando indicaciones, el Celebrante asume un protagonismo excluyente y se transforma en el centro de la celebración, como Marcelo Tinelli era, sin dudas, el eje de sus propios programas, aunque hubiera bailes o cantos...

Con el inalámbrico en la mano  (y en esto el "corbatero" lleva ventaja), el Celebrante hace cosas como esta:

(Lo importante es que se me escuche,  la debida reverencia al Cuerpo y la Sangre de Cristo es algo totalmente secundario).


Con el inalámbrico en la mano se hace mucho más perentoria la tentación de hacer lo que el Conclio Vaticano II prohíbe taxativamente: añadir o cambiar cosas en la Liturgia "por iniciativa propia".

Con el inalámbrico en la mano es mayor la tendencia a glosar cada momento de la  misa, a hacer "chistes" sin ton ni son, y pronunciar "mini homilías" a cada instante, transformando la MISA (digámoslo con humor) en M.I.S.A.: Monólogo Insulso Soberanamente Aburrido.



En definitiva: los micrófonos inalámbricos en la Liturgia pueden ser una maldición.  Hay que limitar su uso, dejándolos sólo para los momentos o situaciones en que sean imprescindibles. 



miércoles, 9 de octubre de 2024

Irradiar a Cristo

 IRRADIAR  A CRISTO

 
Iglesia del Santo Cristo
(foto propia)

 

Jesús mío,  ayúdame a esparcir tu fragancia  

    donde quiera que yo vaya. 

Inunda mi alma con tu espíritu y tu vida;

    penetra todo mi ser  y toma posesión de él,

    de tal manera que mi vida no sea, en adelante,  

    sino una irradiación de la tuya. 

Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, 

    que quienes tengan contacto conmigo

    puedan sentir en mí tu presencia;

    y que,   al mirarme,

    olviden que yo existo y piensen sólo en ti.

 
Quédate conmigo.

Así podré convertirme en luz para los otros.

Esa luz, Señor, vendrá toda de ti;  

    ni uno de sus rayos será mío. 

Yo serviré apenas de instrumento,   

    para que tú ilumines a las almas a través de mí. 


Déjame alabarte en la forma que te es más agradable:

    llevando mi lámpara encendida 

    para disipar las sombras en el camino de otras almas.

 
Déjame anunciar tu nombre,  con palabras o sin ellas, 

    con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción,  

    con la sobrenatural y evidente influencia  del amor 

    que mi corazón siente por ti.  

 

Cardenal  Newman

miércoles, 2 de octubre de 2024

La naturaleza

Siglo V antes de Cristo. Los viajeros que volvían a Grecia traían noticias acerca de las fantásticas y extrañas costumbres de los pueblos vecinos. Por ejemplo, las jóvenes escitas se cortaban un pecho, cosa que no hacían las griegas. «Pero los griegos no se contentaron con encontrar esas costumbres sencillamente absurdas, despreciables o primitivas, sino que algunos de ellos, los filósofos, comenzaron a buscar una medida o regla con la que medir los distintos modos de vivir y los distintos comportamientos», para descubrir si unos eran mejores que otros. «A esa norma o regla la llamaron "fisis", naturaleza» ¹.

Si hiciéramos lo que hicieron los filósofos griegos y le preguntáramos a la naturaleza, ¡cuánto podríamos aprender de ella! 

Aprenderíamos, por ejemplo, el valor de la vida, cómo se relacionan los sexos para la preservación de las especies, y que las cosas son lo que son y no lo que uno quiere que sean. 

Mirar a la naturaleza nos libra de la opresión de las ideologías que dicen exactamente lo contrario: que no toda vida vale, que  no hay sexo sino "género", y que las cosas son como yo las percibo o como yo quiero que sean...

Ya lo dijo el Señor: Aprendan  de los  lirios del campo, miren a los pájaros del cielo.

El problema es que la mirada actual sobre la naturaleza (desde el ecologismo hasta su hijo no reconocido, el veganismo) es torcida y mentirosa.

En la facultad, un alumno objetó una afirmación del profesor preguntando: "¿Y cómo sabemos cómo es Dios?". El docente respondió: "¿Querés saber cómo es Dios? Mirá la Naturaleza".



Al ver el cielo, obra de tus manos,

la luna y la estrellas que has creado:

¿qué es el hombre para que pienses en él,

el ser humano para que lo cuides?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y esplendor;

le diste dominio sobre la obra de tus manos,

todo lo pusiste bajo sus pies:

todos los rebaños y ganados,

y hasta los animales salvajes;

las aves del cielo, los peces del mar

y cuanto surca los senderos de las aguas.

¡Señor, nuestro Dios,

qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!

(Salmo 8, 4-10)


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¹ Robert Spaemann, "Ética: Cuestiones fundamentales"

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Si todas las religiones son iguales, entonces Dios no existe

La semana pasada anterior nos referimos a las escandalosas palabras del Papa en las que decía que todas las religiones son caminos igualmente válidos para llegar a Dios. Dado que esa afirmación es tan abiertamente contraria a la Escritura y a la Tradición de la Iglesia, en aquella entrada nos ocupamos de aportar sólo un conjunto de textos bíblicos, patrísticos y magisteriales que muestran que esas palabras pontificias son completamente erróneas.  

Pero el asunto da para más, y hoy queremos reflexionar sobre las consecuencias que se seguirían de aceptar la premisa papal:  "Todas las religiones son un camino para llegar a Dios".

La religión hace referencia, por definición, a las relaciones del ser humano con la divinidad, como vemos en el Diccionario de la Real Academia Española:




Desde siempre el hombre tuvo conciencia de la existencia de fuerzas, entes o seres superiores a los que llamó dioses, y tuvo hacia ellos  "sentimientos de veneración y temor". Precisamente por ser superiores,  "los dioses" habitan en un mundo de felicidad, inmortalidad y armonía, al que el hombre aspira. Platón en  el Fedón,  por ejemplo, habla de un ser 

divino, inmortal, lleno de sabiduría, cerca del cual, libre de sus errores, de su ignorancia, de sus temores, de sus amores tiránicos y de todos los demás males anexos a la naturaleza humana [el alma] goza de la felicidad; y, como se dice de los iniciados, pasa verdaderamente con los dioses toda la eternidad. 

Hay, pues, algo o alguien "divino" y el hombre busca llegar a él para gozar de la misma felicidad plena, pura e inmortal. En esa búsqueda radica, precisamente, la religión, pues las creencias, los dogmas, las normas morales, el culto y los sacrificios apuntan a conseguir para el hombre los bienes temporales y eternos que sólo la divinidad puede dispensar.

El hombre tiene clara conciencia de la distancia que lo separa de la divinidad y quiere salvar ese abismo, como lo señala Platón, para vivir "toda la eternidad" junto a ella.

Pero, aquí está el problema: si el que está del otro lado del abismo es efectivamente Dios, entonces es infinito, todopoderoso y trascendente; y por lo tanto, la distancia que separa al hombre de la divinidad es también infinita. El hombre puede recorrer por sí mismo una distancia finita (aun si es larga y extenuante), pero no una distancia metafísica y moralmente infinita como la que lo separa de Dios. 

Entonces, si yo fundo mi propia religión y sostengo que con los dogmas, ritos y normas que yo inventé puedo llegar a Dios con mis propias fuerzas, estoy reconociendo que ese "Dios" que está en el otro extremo del camino (camino que por tanto es finito) no es infinito, todopoderoso y trascendente, es decir, que no es Dios.

Si la distancia que separa al hombre de Dios es accesible  para éste, si es humanamente transitable, si cualquier religión la puede recorrer,  entonces el  "Dios" a que me estoy refiriendo, sencillamente, no es Dios.

Es decir: si todas las religiones son iguales, si todas son "caminos para llegar a Dios", entonces Dios no existe.

Si el Dios al que busco y por el que suspiro es verdaderamente Dios, entonces la única forma de llegar a Él es que Él venga a buscarme. Y eso sólo lo proclama el cristianismo, que sostiene que el Hijo de Dios descendió del cielo, se hizo hombre para salvarnos, y luego volvió al cielo llevando con Él nuestra humanidad. Sólo el Verbo Encarnado, Dios de Dios,  Dios verdadero de Dios verdadero, pudo recorrer esa distancia infinita y unir, como dice el Anuncio Pascual, "el cielo con la tierra y lo divino con lo humano". 


«Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. Es lo que proclama el Prólogo del Evangelio de Juan: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que estaba en el seno del Padre, Él lo ha contado" (1, 18). El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más allá de toda expectativa humana. Es misterio de gracia. En Cristo la religión ya no es un "buscar a Dios a tientas" (cf. Hch 17, 27), sino una respuesta de fe a Dios que se revela: respuesta en la que el hombre habla a Dios como a su Creador y Padre; respuesta hecha posible por aquel Hombre único que es al mismo tiempo el Verbo consustancial al Padre, en quien Dios habla a cada hombre y cada hombre es capacitado para responder a Dios. Más todavía, en este Hombre responde a Dios la creación entera. Jesucristo es el nuevo comienzo de todo: todo en Él converge, es acogido y restituido al Creador de quien procede. De este modo, Cristo es el cumplimiento del anhelo de todas las religiones del mundo y, por ello mismo, es su única y definitiva culminación» 

(Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, 6; subrayados nuestros).


No todas las religiones son iguales. Una de ellas, el cristianismo, dice que el Hijo de Dios «propter nos homines, et propter nostram salutem descendit de coelis et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine: et homo factus est. Crucifixus etiam pro nobis»O, como afirma San Pedro en su Primera Carta: «Cristo murió una vez por nuestros pecados –siendo justo, padeció por la injusticia– para llevarnos a Dios» (1 Pe 3, 18).

Sólo por ese camino es posible llegar a Dios. Sólo si Él viene a nosotros a buscarnos y nos lleva consigo, podemos alcanzar su gloria.  La obra redentora de Cristo, único Salvador, es esa «obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados»  a la que se refiere el Concilio Vaticano II (Sacrosanctum Concilium, 7).


Si fuera posible llegar a Dios por otro camino, ese Dios no sería Dios.

Por eso, afirmar que  todas las religiones son iguales es negar la existencia misma de un Dios trascendente. 

Si todas las religiones son iguales, entonces Dios no existe.